Lo comprobó un estudio, que además estableció que la forma en que consumimos normalmente la yerba mate garantiza la incorporación de compuestos antioxidantes. Entre los distintos tipos de yerba estudiadas, la que incorpora menta, poleo, peperina y melisa presentó la mayor concentración de antioxidantes.
La yerba mate –en su denominación científica, Ilex paraguariensis– es el insumo fundamental de las bebidas más importantes en varios países de Sudamérica y su cultivo constituye una actividad de gran relevancia socioeconómica regional en Argentina. Además de registrar un elevado consumo doméstico, también moviliza a los sectores productivo, industrial y comercial, al tiempo que representa un cultivo estratégico desde el punto de vista de la mano de obra requerida.
Entre las principales cualidades asociadas a su consumo, se destaca la de estimulante del sistema nervioso central. También se ha sugerido que el mate podría ser útil para tratar trastornos de atención, emocionales y de alimentación, depresión, enfermedad de Parkinson, hipertensión, abuso de sustancias y síndromes de abstinencia.
Si bien existen algunos estudios que aseguran que la yerba mate también puede ser considerada como una de las principales bebidas ricas en antioxidantes –incluso más potente que el vino tinto, el té verde y el té negro–, investigadores del Instituto Superior de Investigación, Desarrollo y Servicios en Alimentos (ISIDSA) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), realizaron un estudio para identificar las sustancias antioxidantes presentes en la yerba mate y yerba mate compuesta, y analizar si el modo en que habitualmente se consume es suficiente para incorporar todos los polifenoles con propiedades antioxidantes que se encuentran en este producto.
El poder antioxidante de la yerba
En el marco de la tesis de Maestría en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Geraldine Cheminet analizó ocho variedades comerciales de yerba mate, en las que identificó un total de 23 compuestos fenólicos. Al comparar estos resultados con los obtenidos del análisis de yerbas compuestas, encontró diferencias significativas en la variedad y cantidad de polifenoles presentes, según la hierba adicionada. En algunos casos observó una capacidad antioxidante similar o más elevada en aquellas yerbas que contienen agregados de menta, poleo, peperina y melisa.
Asimismo, análisis de laboratorio demostraron una elevada actividad antioxidante presente en la yerba mate, comparada con otros alimentos. La misma ha sido evaluada por dos métodos in vitro, así como por un modelo in vivo, para poder determinar si existen diferencias entre la extracción de polifenoles en laboratorio (utilizando solventes) y el modo de consumo habitual.
Veronica Baroni, investigadora del ISIDSA y codirectora del proyecto, resalta: “Se hicieron dos tipos de extractos; uno, utilizando los modos en que generalmente consumimos la yerba mate, y otro, en el laboratorio utilizando solventes. El resultado es que no hay diferencia significativa en la cantidad de polifenoles que se obtienen entre cualquiera de los dos métodos. Esto es importante ya que la presencia de polifenoles en un alimento no garantiza que estén accesibles para que nuestro organismo incorpore estas sustancias. En el caso de la yerba mate, se comprobó que con sólo agregar agua caliente ya estamos extrayendo todos sus componentes antioxidantes”.
Los resultados obtenidos por los investigadores demuestran, por un lado, que las mezclas de hierbas agregadas realizan un aporte a las propiedades antioxidantes y biológicas de la yerba mate. Por otro, que la forma habitual de consumo de yerba mate favorece una extracción eficiente y satisfactoria de polifenoles, haciendo un aporte significativo de antioxidantes a la dieta alimentaria.
¿Por qué necesitamos incorporar antioxidantes?
El organismo, normalmente, genera especies reactivas de oxígeno, que son moléculas llamadas ‘radicales libres’, que dañan las células de nuestro cuerpo, lo que favorece el desarrollo de enfermedades crónicas como hipertensión, cánceres, enfermedades neurodegenerativas, enfermedades cardiovasculares, entre otras.
Nuestro organismo tiene la capacidad de regular estos procesos naturalmente; sin embargo, cuando este balance entre efecto oxidante y antioxidante se rompe, se genera un proceso llamado ‘estrés oxidativo’.
El daño o estrés oxidativo es la ruptura del equilibrio entre las sustancias o factores prooxidantes y los mecanismos antioxidantes del organismo. Este desequilibrio conlleva alteraciones de la relación estructura-función en cualquier órgano, sistema o grupo celular especializado; por lo tanto, el estrés oxidativo es un mecanismo general de daño celular, asociado con la aparición y evolución de numerosas enfermedades, así como al proceso de envejecimiento.
Habitualmente, el estrés oxidativo se desencadena por contaminación ambiental o estrés emocional. La exposición a sustancias contaminantes o el consumo de tabaco y el contacto con productos químicos tiene efectos perjudiciales sobre la salud y se considera que contribuyen sustancialmente a la mayoría de las enfermedades de importancia para la salud pública, como el cáncer, enfermedad pulmonar crónica, diabetes y patologías neurodegenerativas, entre otras. Aquí cobra relevancia la incorporación -a través de los alimentos- de los polifenoles necesarios para ayudar a nuestro organismo a restablecer ese equilibrio.
Foto: Argentina Investiga