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Trabajo de INTA San Luis recomienda manejo integrado para frenar el avance del gramón

Coordinar un programa de “manejo integrado” para evitar o morigerar los efectos negativos del gramón sobre la productividad de los cultivos, es la recomendación de los investigadores del INTA San Luis Jorge Garay y Luis Mayer: “La combinación adecuada de tácticas culturales, mecánicas y químicas aumentan la efectividad y duración del control sobre la maleza”

En un reciente trabajo, los profesionales advierten que una parte de la efectividad de las medidas de control químico es dependiente de la labor mecánica previa que se efectúe para trozar los rizomas del gramón: “No sería recomendable iniciar un planteo productivo de siembra directa en lotes altamente infestados, sin haber realizado previamente un control mecánico”.

El informe, respaldado por ensayos practicados en la región semiárida de San Luis, abarca “Características y control en la Región Semiárida Central de Argentina” y describe al gramón o gramilla brava como una especie perenne con hábito de crecimiento rastrero, que prospera sobre una gran diversidad de suelos en ambientes cálidos, húmedos a subhúmedos y bien iluminados.

La región semiárida central del país no está exenta de los daños que provoca el gramón a los sistemas agrícolas y ganaderos. Allí, el ciclo de crecimiento anual de la maleza comienza con el brote de la parte aérea alrededor de la primavera (fines de setiembre-principios de octubre), cuando inexorablemente la temperatura del suelo supera los 15 °C, y la humedad es adecuada.

Por ello insisten en que el control mecánico debe ejecutarse cuando las condiciones de humedad y temperatura son adecuadas para que los trozos rebroten. El despliegue de hojas jóvenes y sanas permite el ingreso del herbicida y su posterior traslocación hasta los rizomas.

La producción de biomasa acumulada del gramón genera un impacto directo sobre la productividad de los sistemas, advierten: “Las pérdidas de rendimiento de los cultivos invadidos por esta maleza son proporcionales a la densidad de esta última, medida en gramos de biomasa por unidad de superficie hasta una profundidad de 30 centímetros”.

Garay y Mayer destacan que la efectividad del control químico depende del momento de su aplicación y revelan que los mayores niveles de control del gramón se obtienen desde mediados del verano a comienzos del otoño (enero, febrero y marzo), época en la cual la biomasa de los rizomas de la maleza es mínima y por ello su vulnerabilidad al herbicida es máxima.

Por lo tanto, aseguran, las aplicaciones tempranas, antes de la siembra de maíz, sorgo, girasol o soja durante octubre o noviembre, lograrían un control apropiado de hojas y brotes, pero no de rizomas y estolones: “Se constató que para la zona de estudio el herbicida glifosato ejerce un control más efectivo y sostenido en el tiempo que el herbicida fenoxaprop, y que el agregado de un coadyuvante órgano siliconado no modifica el desempeño de esos herbicidas”.

Según el estudio, la producción de biomasa acumulada del gramón genera un impacto directo sobre la productividad de los sistemas. Las pérdidas de rendimiento de los cultivos invadidos por esta maleza son proporcionales a la densidad de esta última, medida en gramos de biomasa por unidad de superficie hasta una profundidad de 30 centímetros.

Alternativas para el control del gramón

“Toda acción tendiente a disminuir el impacto negativo del gramón dentro de un sistema productivo debe realizarse en un contexto de manejo integrado”, recalcan los investigadores al aclarar que se trata de combinar métodos culturales, mecánicos y químicos que potencien, por efecto de interacción, la efectividad de las medidas de control para reducir en forma sostenida la densidad de la maleza.

Los métodos culturales son los que utilizan como herramientas los cultivos y sus prácticas de manejo asociadas para procurarle a la maleza condiciones de competencia desventajosas. Basadas en la elevada sensibilidad del gramón al sombreo, las estrategias consisten en promover el crecimiento acelerado de los cultivos y concomitantemente su capacidad de captura de radiación. Algunas tácticas con la que cuentan los productores para lograr este objetivo son la elección de cultivares o híbridos de rápido crecimiento, la reducción de la distancia entre hileras de los cultivos y el aumento de su densidad.

Destacan que incluso el control químico de la maleza puede ser más efectivo en condiciones de competencia elevada. Cuando el gramón es sombreado, sus rizomas pueden emerger a la superficie y convertirse en estolones, y sus tallos tornarse erectos, abandonando su porte rastrero. Esto produce un incremento de la relación parte aérea/subterránea y una disminución de la biomasa de rizomas, lo cual incrementa la susceptibilidad de la maleza a la aplicación de un herbicida.

Los métodos mecánicos son métodos que promueven la eliminación de rizomas y estolones por desecación y congelamiento, y el agotamiento de las reservas acumuladas en el sistema vegetativo subterráneo, mediante la implementación de labores con maquinaria agrícola: “Estas prácticas pueden efectuase en aquellos sitios donde no existan riesgos de erosión eólica ni hídrica, ya que requieren más de una labor para tener éxito en el control”.

Por ello aseguran que en la región semiárida central la aplicación generalizada de este método no sería factible por el contenido elevado de arenas que presentan los suelos. Esta técnica se reduciría a sistemas bajo riego o aquellos sectores en los que la textura de suelo permita este tipo de labranzas. En la primera labor se busca remover del suelo para facilitar las labores posteriores de extracción. Los implementos que se pueden utilizar son arado rastra, arado de discos, rastra de discos de doble acción y pie de pato, entre otros. Luego de la remoción inicial se debe realizar la extracción de los rizomas y el “descalzado” de los estolones, tratando de exponer a la intemperie la mayor cantidad posible. Los implementos para realizar este trabajo pueden ser puerco espín, desgramonadora, vibrocultivador, arado de cinceles y otros que se puedan adecuar para esta tarea.

La tercera labor consiste en el acordonado del material expuesto sobre la superficie, por medio de la rastra de dientes o rastrillo de entrega lateral, y posterior quema del material. Además de este tipo de tarea, se puede disminuir en forma significativa una población de gramón por medio de laboreos poco profundos y frecuentes.

En los métodos químicos los herbicidas constituyen elementos efectivos para controlar el gramón cuando son utilizados como parte de un programa de “manejo integrado”. El glifosato es uno de los herbicidas que ha sido utilizado exitosamente en el control del gramón. Es un herbicida no selectivo, sistémico, de toxicidad baja y de eficacia elevada en el control de un gran número de malezas perennes con sistema radicular profundo y especies anuales y bianuales, gramíneas y latifoliadas.

Éste también se puede utilizar como un herbicida selectivo en cultivos de algodón, soja y maíz transgénicos con resistencia a su principio activo. Se absorbe por hojas y tallos tiernos de las malezas. Se trasloca a través del floema, siguiendo la ruta de los fotoasimilados, hacia los órganos vegetativos subterráneos y raíces, suprimiendo la funcionalidad de los meristemas cuando llega en una dosis letal mínima, ocasionando la muerte de las malezas.

No es absorbido por el sistema radicular ya que se inactiva en contacto con el suelo. En este sentido, el éxito del control del gramón depende de la longitud de los estolones/rizomas y/o del número de yemas brotadas. El fraccionamiento de los estolones y de los rizomas, con la consiguiente ruptura de la dominancia de la yema apical, determina un mayor porcentaje de yemas axilares que brotan en cada una de esas fracciones.

En comparación al control químico realizado en la primavera (cuando el crecimiento subterráneo se anticipa al de la parte aérea, afectada por las heladas de invierno), el control realizado a fines del verano o principios del otoño resulta más efectivo, porque el herbicida se transloca, junto con los carbohidratos, desde la parte aérea hasta los rizomas.

Avanzada la estación de otoño se incrementan los riesgos de una menor translocación por descenso de la temperatura ambiente. En el caso que la temperatura descienda hasta valores entre –2 y –3 °C, o inferiores, puede afectarse incluso la viabilidad de las yemas, el “destino” del herbicida glifosato dentro de las plantas.