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Productores de Martín de Loyola: cuando la geografía y la distancia condicionan la vida cotidiana

Si el viajero que llega a Unión cree que ya está en el límite con la provincia de La Pampa nada de eso ocurre. Cien kilómetros más al sur todavía está el paraje Martín de Loyola y después los espera El Porvenir y Los Overos. Los bordes se estiran en esta zona donde el paisaje es llano y de pastizal natural, con algo de monte autóctono. Interminable y repetitivo.

El Semiárido viajó hasta Martín de Loyola junto a dos técnicos que trabajan con pequeños productores agropecuarios. Carlos Magallanes y Thiago Veiga, ambos ingenieros agrónomos, el primero de INTA y el segundo de la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación, nos condujeron para conocer el paraje, observar el trabajo que realizan y dialogar con algún productor que pudiésemos encontrar.

Ambas instituciones del Estado Nacional están trabajando desde hace varios años. En el lugar de destino se puede ver un corral comunitario con un cargador de animales, bebidas, una báscula, un silo con un chimango para su carga. Todos elementos que los productores gestionaron para cubrir algunas de las necesidades que tienen.


Entre mate y mate, Néstor Gatica, integrante del grupo de productores de Martín de Loyola, comenta que el corral comunitario es utilizado por los productores cuyos campos están cerca y no disponen del cargador. Traen sus animales hasta el corral y desde allí cargan al camión.

Hay campos en la zona sur de la provincia donde los camiones no pueden ingresar por el terreno medanoso. Quedan encajados y se deben sacar con tractores. El corral es una esencial rueda de auxilio.

El tema de la balanza es muy importante. “En esta zona nadie del grupo tiene una balanza para el pesaje de los animales. Eso nos cambió la vida para vender. Antes vendíamos al bulto, ahora podemos pesar”, apunta el productor.

El precio se fijaba entre comprador y vendedor, pero siempre con el “ojo” del comprador, quien salía muy favorecido en el intercambio comercial. “Nosotros decíamos un kilaje, ellos otro. Pero siempre pagaban por el kilaje que ellos decían”, relata y complementa con una sonrisa: “teníamos la intuición de que nos estaban quitando kilos pero no se podía demostrar».

Mediante un proyecto comunitario los pequeños productores recibieron los fondos necesarios para la construcción de un corral comunitario con un cargador para camiones. También un silo con capacidad para 30 toneladas. Ambos se plantaron en una primera etapa, en 2012.

El año pasado recibieron materiales para equipar los corrales y maíz para llenar el silo. Formaron parte de un proyecto especial del programa Prohuerta.

El objetivo que se planteó fue el de ampliar y mejorar la infraestructura del corral comunitario, además de implementar un fondo rotatorio para el llenado con maíz del silo que también está plantado en el lugar.

El trabajo del fondo rotatorio conforma una práctica operativa del compromiso colectivo con la tarea, dado que implica que cada productor que necesita el maíz del silo lo solicita, lo paga a un precio más bajo y cuando se termina lo vuelven a llenar para que sea utilizado por todos los integrantes del grupo.

También se agregó al corral dos bebederos para que los animales puedan permanecer mayor tiempo en el lugar.

El gran problema que tienen es el costo de los fletes para el transporte del maíz. “Tenemos que comprar un equipo completo para tener mejor precio por el maíz y para que el flete no sea tan caro. Vivimos muy alejados de todo”, explica Néstor sobre los obstáculos para el llenado del silo.

Daniel Sánchez, manifiesta la importancia de todos los elementos que tienen disponibles para la comercialización y alimentación de los animales. Aunque reconoce que necesitan más organización para el funcionamiento. «A veces no se mide la importancia de los beneficios que nos traen todas estas cosas que tenemos», reflexiona.

El desfase que se produce entre el precio al que se compró el maíz, el precio al que se vende y el aumento que se registró en este último tiempo se convirtió en un obstáculo para la futura reposición del producto. Es una luz roja para la dinámica del recupero de dinero y la continuidad de la rueda de la comercialización sobre la cual deberán trabajar.

Más allá de estos obstáculos, los productores de este paraje ubicado en el sur – sur de la provincia tienen entre manos una herramienta más que valiosa para ayudarse en la producción y la venta de sus bovinos, caprinos y ovinos. Nada es lineal en la vida de los grupos.