Investigadores del instituto trabajan en la domesticación del chilto, una especie nativa de la región de las Yungas. Gracias a sus propiedades nutritivas y funcionales, en Tucumán se posiciona como una alternativa para las producciones agroforestales.
Conocidas como las selvas de montaña del norte de la Argentina, las yungas se caracterizan por tener un bosque denso y húmedo con gran biodiversidad en las partes bajas, mientras que, en las alturas, predominan los arbustos y pastizales. Entre las actividades viables para este ecosistema surge como alternativa el cultivo del chilto o tomate de árbol. En este contexto, los técnicos del INTA Famaillá –Tucumán– trabajan en la domesticación de esta especie nativa con propiedades nutritivas y funcionales.
“Desde el INTA proponemos enriquecer los sistemas agroforestales con especies forestales nativas de alto valor económico como es el cedro, en consociación con especies frutales u ornamentales nativas en bosques degradados de las zonas amarillas de las Yungas tucumanas, donde no es posible el cambio de uso de suelo”, especificó Norma Medrano –especialista del INTA Famaillá, Tucumán–.
Entre las ventajas, la técnica destacó que “la consociación agroforestal, con cultivos como el chilto, permitiría obtener ingresos anuales anticipados al turno forestal, mejorando la ecuación económica y siendo una propuesta más atractiva para los productores”.
En este sentido, indicó que trabajan en la identificación de poblaciones y rescate de individuos de chilto con potencial de domesticación en las Yungas. Además, abordan la caracterización fenotípica y genética, como así también la experimentación de técnicas de manejo en vivero y cultivo, entre las que se destacan la clonación.
Es que –de acuerdo con Medrano– este tipo de sistema agroforestal constituye una “alternativa factible y adaptable” a todas las escalas socioproductivas de las Yungas, incluso para las empresas cañeras y citrícolas del Pedemonte tucumano. “Esto nos permite conservar la identidad local y la presencia en los mercados”, subrayó la técnica.
Chilto: del laboratorio a la huerta
Los trabajos de investigación proponen el desarrollo de material de propagación para su posterior uso, contribuir a la conservación de estos recursos genéticos y, de esta forma, garantizar su uso a largo plazo, al tiempo que se contribuye a la conservación y aprovechamiento sostenible del recurso.
En una primera etapa, estudian la distribución de las poblaciones naturales de Solanum betaceum en la provincia a fin de caracterizar la distribución de la variación genética, relacionarla con el ambiente y determinar áreas productoras de semillas.
Luego, el material colectado se destina a estudios genéticos moleculares y, también, al estudio de las características agronómicas del material, aspectos relacionados a la propagación agámica y por semillas, en la búsqueda de tecnologías de propagación accesibles y que puedan ser transferidas al sector productivo.
“Así, –detalló Medrano– obtenemos plantas de chilto de procedencia conocida que instalamos en ensayos con sistemas agroforestales y entregamos a los pequeños productores chilteros, huerteros y emprendedores para incrementar la superficie cultivada y difundir el cultivo de esta especie”.
Un fruto tan nutritivo como ancestral
Nativo de la ecorregión de las Yungas, el chilto (Solanum betaceum) –conocido también como tomate de árbol– es un fruto de sabor agridulce con una coloración que va desde el anaranjado hasta el rojizo, de forma alargada a ovoide, variable de acuerdo al origen de las poblaciones.
El fruto presenta propiedades nutricionales, fuente de vitaminas y carotenos, además de rico en fibras y bajo contenido de azúcares. También es considerado un alimento funcional porque contiene polifenoles, fibras y antocianinas que tienen un efecto benéfico para la salud.
Según los especialistas, era consumido tradicionalmente por las poblaciones originarias, quienes la recolectaban o bien cultivaban mediante un proceso sencillo de domesticación, por lo que aún hoy se pueden encontrar plantas en huertos o en jardines familiares del Pedemonte tucumano.
Fotos: Prensa INTA.
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