La implantación de cultivos de cobertura sobre rastrojos de maíz y soja, con máquina y avión, mostró en el establecimiento Don Andrés, al norte de Tilisarao, una serie de ventajas, entre ellas, el ahorro de una aplicación de herbicidas al año, mayor infiltración y almacenaje de las lluvias de primavera y una cobertura que brinda protección y mayor actividad biológica en el suelo.
Después de cuatro años de incorporar la implantación planificada de cultivos de cobertura, el ingeniero agrónomo y productor Marcelo Bongiovanni decidió probar la siembra aérea de cultivos de cobertura en lotes de maíz, una tecnología que le permite ganar tiempo ya que la cosecha de éste en San Luis, en la mayoría de los casos, se hace en julio-agosto, cuando ya no hay condiciones para implantar los cereales de invierno.
Estas condiciones pudieron observarlas más de cien asistentes a la jornada desarrollada en ese campo, de propiedad del asesor, docente e investigador Marcelo Bongiovanni, titulada «Hacia una agricultura adaptativa y sustentable en el Valle del Conlara», organizada por INTA San Luis junto a la Facultad de Agronomía de la UNSL, el grupo CREA del Valle de Conlara, y con la adhesión el CIAPA y la empresa Grande Aviones SA.
En el establecimiento Don Andrés empezaron en 2013 a contemplar la idea de introducir cultivos de cobertura (CC) dentro del sistema agrícola del campo, que hasta ese momento venía con una rotación de maíz-soja, con una superficie destinada a cada uno del 50% promedio.
El uso de los CC en ese momento no era muy conocido en la zona. Sólo se sabía de algunas experiencias en Villa Mercedes, pero había no mucha información generada: «Sabíamos de las virtudes de los CC, pero los datos que habían eran de otra zona».
En 2013 Bongiovanni hizo sus primeras hectáreas con triticale como CC, bajo la gran duda de qué pasaba con el consumo de agua de ese cultivo. En esa fecha, junto a otros técnicos del INTA, comenzaron a medir parámetros para conocer su impacto en el suelo y el sistema del campo en general.
Midieron el consumo de agua a la siembra, al secado del cultivo y al momento sembrar el que le seguía, en ese momento maíz.
Con esos datos vieron que el CC, en promedio, consume en todo su ciclo entre 90 y 100 milímetros de agua.
Pero también observaron que en estos suelos, que tienen un alto contenido de limo, pierden mucha agua en el invierno: «Salíamos del otoño con el perfil lleno, en un rastrojo de soja, sin malezas , llegábamos a la siembra del maíz con falta de agua; necesitábamos sí o sí de la recarga con las lluvias de primavera para poder sembrar. La pérdida en ese barbecho sin cultivo de cobertura es de 40 a 50 milímetros».
Vimos que ese agua que se perdía podía usarse para generar biomasa que proteja al suelo y mejore sus características con las raíces.
Esas primeras mediciones también les mostraron que a la siembra del maíz, el cultivo de cobertura permitía recuperar el agua perdida, porque al generar más poros en el suelo, aumentaba la capacidad de absorción de las lluvias de primavera.
«Lo que el suelo perdía de agua por consumo del cultivo de cobertura,lo recuperaba por tener una mayor infiltración», señaló. (Todos estos aspectos fueron desarrollados en detalle por el especialista del INTA San Luis Juan Cruz Colazo).
Luego vieron mejoras en las condiciones físicas del suelo, con más estabilidad en sus agregados, mayor porosidad y mejor estructura.
Control de malezas
Los cultivos de cobertura mostraron claramente una menor incidencia de malezas invernales, destacó Bongiovanni: modifica la temperatura cercana al suelo disminuyendo la amplitud térmica. Con ello, muchas especies, como la rama negra, que necesita mucha variación de temperatura entre el día y la noche, no germinan. (El detalle de este comportamiento lo dio el experto del INTA San Luis Jorge Garay).
Paralelamente, a la maleza ya nacida, el CC le genera competencia por agua, luz y nutrientes.
«Empezamos a ver que comparando lotes con y sin CC había diferencias en la cantidad de aplicaciones de agroquímicos que hacíamos en el año», dijo y detalló que en promedio, en estos cincos que años que vienen haciendo cultivos de cobertura, tiene una aplicación menos de herbicidas en el año.
La última aplicación con glifosato la hacen en febrero-marzo para cerrar la soja y la siguiente recién la hacen para el secado del CC.
En cambio, en rastrojos de soja en lotes sin CC hay que hacer una aplicación de barbecho y otra en pre siembra de maíz, especialmente si viene un otoño húmedo, aclaró el profesional e investigador.
Por otro lado, en los lotes con CC también disminuyó la población de malezas duras, como es el caso de la Borreria (Borreria verticilata), que es muy complicada de controlar en esta zona: «La implantación de un CC, más un manejo químico ayuda a disminuir esta maleza».
El secada se fue ajustando. Normalmente lo hacen en espigazón, porque prácticamente no hay diferencia entre hacerlo en encañazón y espigazón. «Pero si nos dejamos estar y el cultivo ya empieza a formar grano, ahí estaremos en serios problemas porque empieza a consumir toda el agua del suelo», dijo al detallar que las fechas de secado van desde fines de agosto hasta fines de octubre, según el año climático y la fecha de siembra y el ciclo del CC.
Avión
Hasta el año pasado, solamente se hacía el CC en lotes que salían de soja e iban a maíz.
Este año, con la posibilidad de que una empresa en Tilisarao presta el servicio de siembra aérea, empezaron incursionando.
Esta vez la siembra con avión se hizo el 13 de abril sobre rastrojo de maíz, que se hace más temprano aprovechando que el maíz se cosecha tarde, y con ello controlar las malezas.
Mientras más temprano podamos meter el CC sobre el maíz (fines de marzo), sería interesante porque incluso nos estaríamos adelatando al nacimiento de las malezas.
También se hizo siembra aérea sobre soja y el riesgo que presenta es que se puede llegar a tener que aplicar un herbicida sobre el cultivo de cobertura cuando toca un otoño húmedo y retraso de la cosecha.
Conclusión: en siembra aérea de maíz hacerlo lo más temprano posible , con ciclos intermedio a cortos y tratar de secarlo no después de septiembre para liberar el lote temprano y acumular agua para la siembra de soja.
Bongiovanni sugirió que en los lotes que salieron de soja y van a maíz, sembrarlos con máquina con centeno,cebada o triticale de ciclo un poco más largo, ya que se puede llegar hasta fines de octubre porque la siembra del maíz se hace en diciembre, con lo cual hay tiempo de recargar el perfil.
Los resultados, a coro plazo, son que ayuda a controlar las malezas , protege el suelo de la erosión y mejora su absorción: «Además, tenemos el campo verde en el invierno».
El técnico recordó que todos están acostumbrados a sistemas de producción donde cosechan la soja en abril y recién sembraban el maíz en diciembre,con lo que «pasábamos siete meses con el campo marrón, sin vida».
Ahora la actividad biológica del suelo es diferente. El hecho de tener un CC con raíces que estén «trabajando» hace que la biología del suelo sea otra y que al largo plazo ayude a la productividad del suelo, recalcó.
Con avión se hizo centeno y cebada, 30 kg/ha del primero y 40 kg/hade la segunda con la msma cantidad de semillas por metro cuadrado, unas 120.
En la siembra a 26 centímetros con máquina, cebada 45 kg/ha y centeno 35 kg/ha, y 30 kg/ha de centeno más 20 kg/ha de vicia villosa. A esta última la castigó el frío (hubo heladas de hasta -13,5 °C) y la falta de agua en invierno.
Fotos: Gentileza Ing. Marcelo Bongiovanni.