La producción de seda es una actividad con muchas ventajas: es de bajo costo y no contaminante. El INTA acompaña el desarrollo de esta alternativa para la diversificación de los agricultores familiares.
Fina, suave y brillosa, de manera natural. Así es la seda, una de las fibras textiles más valoradas y cuya producción surge de la cría de un gusano particular que sólo come hojas de mora. Con un desarrollo en el mundo que data desde hace 5.000 años, el INTA promueve la sericultura como una alternativa de diversificación rentable, de bajo costo y no contaminante.
“Entre sus ventajas, esta actividad puede realizarse como complemento o ingreso extra, no requiere una gran inversión inicial y constituye un ciclo corto relativamente sencillo”, explicó Francisco Pescio, del INTA Área Metropolitana de Buenos Aires, al tiempo que aseguró: “No es contaminante ni peligrosa y puede ser llevada a cabo por cualquier persona”.
De acuerdo con el técnico, el gusano de seda es un lepidóptero, de la familia de las mariposas, que se destaca por su rápido crecimiento y su alimentación basada exclusivamente en hojas frescas de mora. “En 45 días, aumenta 8.000 veces su tamaño y, al finalizar su ciclo como gusano, construye un capullo que está hecho de seda”, señaló Pescio.
Para producir seda, el técnico dijo que se necesita un lugar cerrado y algunas pequeñas instalaciones que pueden construirse con materiales reciclables como madera. En la Argentina, hay emprendimientos de sericultura en la zona de la Mesopotamia –Misiones y Corrientes–, pampeana –La Pampa y Buenos Aires– y noroeste –Salta y Jujuy–.
“Un aspecto interesante de esta actividad es que, prácticamente, no tiene costos de producción y requiere una muy baja inversión inicial”, indicó Pescio y agregó: “El mayor costo es el tiempo de uno mismo, es decir, la mano de obra”. Según el técnico, “el cálculo aproximado es que una persona, junto con otra que la ayude, puede criar alrededor de 40 mil larvas por vez”.
Con un clima cálido y favorable, la cría de gusanos de seda constituye una ocupación permanente durante gran parte del año que, en general, se extiende desde el comienzo de la primavera en septiembre-octubre hasta inicios del otoño en abril.
FOTO: INTA