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Candelaria: Bayer invirtió U$S 4 millones en un centro de investigación de soja y algodón

Con una inversión de 4 millones de dólares y a poco más de un mes de inaugurar, la multinacional Bayer desarrolla cerca de Candelaria, en el norte de San Luis, un centro de investigación para semillas de soja y algodón con ensayos para nuevos eventos de alcance global.

Estos ensayos, llamados técnicamente de “fase temprana regulados”, forman parte de investigaciones que pueden llevar entre diez y 14 años desde que se arranca en el laboratorio hasta el lanzamiento al mercado, por lo tanto el material allí logrado no se puede comercializar y por ello trabajan con una gran cantidad de medidas de bioseguridad para que esa semilla no salga del predio.

Son 40 hectáreas, cerradas con alambre olímpico y  equipadas hasta el más mínimo proceso con tecnología experimental mayormente norteamericana, algunas aun sin desempacar, que estarán en funcionamiento en febrero próximo, cuando la compañía inaugure formalmente la planta  para presentarla en sociedad.

El Semiárido recorrió el miércoles el establecimiento que ya tiene sus primeros y meticulosos ensayos con soja y algodón, acompañado de José Correa, ingeniero agrónomo y responsable del centro, y del jefe de la Agencia Quines del INTA, Héctor Andrada.

Bayer es una compañía que tiene varios rubros, dentro de los cuales y al que ingresó en los últimos años  fuertemente es en el área de semillas, en especial en el mercado de Argentina  con la compra de algunas empresas de semillas  de soja, como FN, para la comercialización de sus productos, recordó Correa.

El centro de San Luis pertenece al área de semillas, pero en investigación para el desarrollo de eventos nuevos a nivel mundial.

Dentro de los nuevos eventos  en algodón que ya trabajan en San Luis, se lo hace con nuevos Bt, modos de acción de herbicidas, combinación de ambos o eventos de otras firmas,  con las que hay convenios.

Es una tendencia de las empresas en general: “Uno de los grandes dilemas que tienen los eventos nuevos en transgénicos tiene que ver con la ruptura de resistencia. Todos los eventos son mono génicos, es decir que hay una proteína para el insecto para el cual se preparó esa proteína, si hay una sola, es muy probable que  ese insecto rompa esa resistencia y  se hace resistente, por lo tanto come y no muere”.

Desde hace siete años todas las compañías empezaron a buscar la forma de apilar genes. Esa apilada se vincula a veces  con distintos modos de acción de una proteína para un insecto en particular, explico el profesional: “Si tenés una proteína para un insecto, la probabilidad de que adquiera resistencia  es más alta que si tenés dos o tres proteínas. Como las empresas van generando diferentes proteínas, como Bayer, Monsanto o Syngenta, han encontrado la forma de generar una sinergia  y se comparten esos genes para que la tecnología  dure más en el tiempo”.

Como ejemplo, recordó los problemas que hubo hace unos años en el norte de San Luis hace pocos años con el gen “Hércules”, una proteína que controlaba la spodoptera en maíz. Pasó que la presión de la plaga fue tan alta que en algún momento generó resistencia  a esa proteína, con lo cual el maíz dejó de ser tolerante. Una vez que la plaga se hizo resistente y se multiplicó, tuvo una descendencia también resistente.

La otra gran herramienta que tienen las tecnologías nuevas son los “refugios”, que también forman parte de estos nuevos eventos que están en el mercado algunos y otros en espera de ser autorizados.

Para Correa uno de los problemas que tienen los refugios es que no los cumplen, por eso se está hablando de ponerlos dentro de la bolsa de semillas.

Qué se hace en San Luis

La estación de San Luis fue generada para trabajar  en eventos, que son regulados y están en fase muy temprana  de desarrollo: “No trabajamos con eventos que están en el mercado. En una línea de tiempo, en un extremo está la investigación y en el otro el mercado y en el medio una serie de procesos que duran entre de 10 a 14 años”.

San Luis trabaja en la etapa  muy temprana, llamada Fase 1 y 2. La vida que tiene el desarrollo de un  evento dentro de Bayer contempla cuatro fases antes de ingresar al circuito comercial, detalló el investigador y agrego: “Cuando hablamos de material regulado  nos referimos al que no se puede comercializar. Por ello tenemos una serie de exigencias que debemos  cumplir, como la colocación del cerco perimetral”.

El ente que regula esta actividad en Argentina es la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia), a la que anualmente Bayer pide autorización para sembrar, un trámite que demora entre 6 y 8 meses, seguida de una serie de inspecciones que envía Senasa Mendoza por pedido de la misma Conabia.

Cada permiso de siembra lleva una gran cantidad de datos divididos en cuatro módulos: presentación y descripción de la empresa, una explicación molecular de lo que se va a implantar, descripción técnica como la fecha de siembra, y  el establecimiento donde se hará la siembra, que en este caso solo es en San Luis.

Las 40 hectáreas están alquiladas por diez años a partir de 2013 hasta 2023., con opción a extenderlo. Está dividido en quince hectáreas bajo riego  por goteo subterráneo, colocado con una máquina especial, para siembra directa y otras quince destinadas a las “jaulas” donde realizan la investigación sobre algodón.

El algodón lo trabajan en jaulas porque de hacerlo a campo abierto requieren un aislamiento de 800 metros en cada ensayo, relató el profesional.

Se trata de estructuras metálicas que tiene forma de invernáculo, pero en lugar de llevar nylon, le ponen una malla anti fido, con la que pueden aislar cada uno de los eventos y garantizar que no se mezclen y de esa manera mantener la pureza.

Durante el proceso se toman muestras de hojas de cada planta  y se envían al laboratorio para constatar que  se encuentre el evento que dicen  los investigadores haber colocado.

Cuando se cosecha, se toma un kilo de la semilla y se envía nuevamente al laboratorio para analizar si la muestra está contaminada.

Al principio del proceso se usan muy pocas semillas que se hacen en Estados Unidos en invernáculos. Esa es la primera multiplicación, que luego pasa a campo para comenzar todo el proceso de multiplicación, pruebas y ensayos en diferentes regiones  mundo.

“Esta semilla que producimos acá la usamos para hacer más ensayos, pero también puede usarse para otros ensayos en Estados Unidos, Brasil, Alemania o Bélgica. La semilla se va moviendo, pero siempre en ambientes confinados donde están todos los procesos controlados”, dijo al explicar que cada país tiene su sistema de regulación, pero en general las reglas de bioseguridad son muy parecidas, por lo que nunca tienen grandes inconvenientes. Solo se trata de conocer bien los requerimientos fitosanitarios de cada país para mover semillas.

¿Por qué San Luis?

Al principio empezaron a buscar una zona que fuera seca para producción de semilla de buena calidad de algodón. Seleccionaron a Candelaria por su buena adaptación del cultivo y porque al ser seca favorece la calidad, además de tener agua disponible de inmejorables condiciones.

Eso hace que sea una zona atractiva y lo que también suma mucho es que está libre de Picudo del Algodonero, un aspecto que influyó bastante en la elección de la región donde instalarse

Además, valoraron la lejanía con los grandes centros de  producción, una ventaja porque uno de los requisitos de Conabia es justamente que se garanticen los 800 metros de aislamiento de otro algodón.

Cuando alquilaron el predio,  en el contrato se estableció el compromiso del propietario que produce pegado a Bayer, de no sembrar a menos de 800 metros de distancia del centro de investigación. Por ello el precio de arrendamiento es más alto.

El sistema es totalmente cerrado  con muchos controles. Toda la semilla que queda como descarte debe molerse  y enterrar en presencia de un inspector del Estado nacional: “Esto es cotidiano; tenemos que estar todo el tiempo informando  de los stocks de semillas, que deben estar bajo estricto control”.

La sala principal tiene además dos cámaras de frio, que recibirán las semillas producidas en Candelaria donde se guardarán para la próxima campaña o enviarlas fuera del país cuando la compañía lo requiera.

Una de las formas de garantizar la calidad de la semilla y que se mantenga en el tiempo, es tenerla por debajo de los diez grados centígrados en un ambiente seco y esas cámaras están equipadas  para generar esas condiciones.

Segunda campaña con micro ensayos

El año pasado hicieron ensayos a muy pequeña escala y en la actual campaña realizan otros de ajuste para lograr manejar el cultivo de manera que permita  llegar a cosechar a principio de marzo.

Uno de los clientes es Estados Unidos, pero para exportar hacia allá deben enviar las semillas a más tardar el quince de marzo para que coincida con las fechas de siembra: “Si no llegamos a cosechar el primero de marzo, la semilla no sirve para EEUU”.

Una de las pruebas que están realizando ahora es con diferentes fechas de siembra de algodón, de fertilización y de agua. Simularon tipos distintos de producción con variados niveles de corte del cultivo  con los reguladores para ver si pueden llegar con la fecha de cosecha.

Con la soja también prueban lo mismo: hicieron tres siembras en los primeros días de octubre, de noviembre y la última el cinco de diciembre, con nueve grupos de diferente madurez y tres repeticiones.

“La idea es ir tomando observaciones fenológicas y rendimientos y luego medir el poder germinativo con test de calor para comprobar el grado de calidad de semilla”, agregó Coria. Para ello recibieron dos incubadoras, que aún están embaladas, para los tests de germinación que se realizan bajo estrictos protocolos.

El test que mide uno de los parámetros denominados de “energía germinativa” es con siete días de frio y humedad y después le proporcionan calor, para simular una siembra temprana. La semilla debe tener suficiente energía como para absorber el agua  en un ambiente frio y retenerla y cuando lleguen condiciones buenas, germinar.

Uno de los aspectos que tienen bien en claro en el centro de investigación de Candelaia es cida la calidad, porque las semillas producidas allí son para ensayos, que se hacen en micro parcelas y por lo tanto deben ser uniformes: “Si la semilla es de mala calidad, la información que arroje también será mala. Una de las condiciones para que un ensayo sea bueno es partir de una semilla de buena calidad, con un PG cercano al noventa por ciento. Nuestra función que es multiplicar esas semillas y las entregamos internamente con un certificado de calidad”.

El responsable del centro de investigación le dijo a El Semiárido que el personal que trabaja allí es altamente capacitado y con mucha especialización, lo que implica la formación de profesionales, algo no tan fácil en ese ambiente porque cuesta conseguirlos.

La planta se inaugurará en febrero con tres profesionales al frente, pero en Bayer evalúan la posibilidad de añadir otro módulo de investigación para semillas de hortalizas y nuevos productos químicos.

Fantasmas sociales

Consultado sobre posibles inquietudes sociales, el investigador opino que hay escaso conocimiento de cómo  se aprueba un evento: “La comunidad no debe preocupase porque lo que aquí se hace tiene todas las seguridades, controlado y regulado por el Estado”.

José es oriundo de Corrientes e ingresó a Bayer en 2013. Anteriormente lo hizo durante diez años en Monsanto  y otros tantos en Cargill. Siempre estuvo vinculado al área de materiales transgénicos  regulados y a la investigación.

Tiene una maestría en Genética, lo que le ayudó a entender más los procesos a nivel de mejoramiento: “La propuesta de Bayer fue interesante porque era arrancar de cero en una zona que particularmente me encanta”.

Trabajaran con un asesor de la zona, Jorge Soto, quien los ayuda desde el conocimiento que tiene a nivel macro en producción, además de conocer el cultivo de algodón y saber cómo se comporta en esta zona, lo que les permitirá acortar tiempos.

Fotos: El Semiárido