Investigadoras de San Luis elaboraron un método sencillo, económico y ambientalmente amigable para determinar los niveles de ese mineral vital para la salud.
Agencia CyTA-Instituto Leloir-. Descubierto hace exactamente dos siglos y bautizado en referencia a la Luna (“selènè” es la palabra griega para definir a nuestro satélite), el selenio es un mineral esencial para la salud y debe consumirse en cantidades adecuadas. La deficiencia (que se ha detectado en Argentina en el ganado bovino) puede afectar el funcionamiento de la tiroides, aumenta la vulnerabilidad a infecciones y altera la función reproductiva. El exceso o selenosis, en cambio, produce complicaciones cardiovasculares, óseas y neurológicas. Por eso, es muy importante monitorear sus niveles tanto en muestras de sangre u orina como de alimentos.
Ahora, dos investigadoras de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) propusieron un método sencillo, económico y ambientalmente amigable para su determinación. “Representa una contribución a la química verde ya que no se emplean solventes nocivos para el ambiente”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir la doctora Liliana Fernández, investigadora del CONICET en el Instituto de Química San Luis (INQUISAL) de la UNSL.
El método convencional para el análisis, la espectroscopía atómica, engloba un conjunto de técnicas que evalúa la emisión, absorción y fluorescencia de la radiación que producen los átomos en una muestra que se volatiza. De acuerdo con Fernández, requiere de equipos costosos, consume agua y energía, y emplea solventes contaminantes.
El nuevo enfoque es más simple: consiste en la utilización de un reactivo fluorescente, “cromazurol S”, que tiende a “apagarse” en presencia del selenio. Esta variación de la luminiscencia, cuya magnitud se relaciona con la concentración del mineral, se puede determinar mediante un instrumento sencillo llamado espectrómetro de fluorescencia, explicó Débora Santarossa, becaria de CONICET en el grupo de Fernández y primera autora del estudio.
El método desarrollado fue ensayado en muestras de plasma, suero, orina y alimentos, como ajo y cebolla deshidratados. Y tal como describe la revista “Talanta”, demostró una excelente precisión con recuperaciones cercanas al 100% y una adecuada velocidad que permite la determinación de 24 muestras por hora. “Los resultados obtenidos ponen de manifiesto la factibilidad de monitorear bajas concentraciones de selenio en muestras complejas, con potenciales aplicaciones en los análisis de rutina en las ciencias de la salud, en la química ambiental y en los exámenes clínicos toxicológicos”, puntualizó Fernández.
De acuerdo con la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, el consumo diario de selenio debería restringirse a 55 microgramos diario para personas adultas. Los signos de identificación de toxicidad por selenio suelen ser cabello frágil, caída del pelo, uñas quebradizas, trastornos gastrointestinales, lesiones cutáneas acompañadas de infecciones secundarias, alteraciones del sistema nervioso y aliento con olor a ajo.
Fotos: Agencia CyTA-Instituto Leloir