En la provincia de San Luis, los sistemas agrícolas enfrentan problemas cada vez más evidentes vinculadas al uso intensivo de los suelos. La erosión hídrica y eólica, la disminución de la materia orgánica, la compactación y la pérdida de nutrientes son factores que comprometen la productividad y la sustentabilidad a largo plazo. Estos procesos se ven potenciados por el clima semiárido característico de la región, donde la irregularidad de las lluvias y la alta variabilidad climática generan escenarios de riesgo para los cultivos de renta.
En este contexto, los cultivos de servicio o de cobertura aparecen como una herramienta estratégica para contrarrestar estas limitaciones. Su inclusión en las rotaciones agrícolas permite proteger el suelo en los períodos en que tradicionalmente se lo dejaría en barbecho, brindando cobertura vegetal viva y, posteriormente, un colchón de residuos que actúa como barrera frente a la erosión. A diferencia de los cultivos de cosecha, su objetivo no es la producción de granos, sino el aporte de beneficios al sistema, como la mejora de la estructura del suelo, la regulación de la dinámica del agua, el control de malezas y la provisión de nutrientes.
La necesidad de implementar esta práctica en San Luis radica en que los barbechos largos, habituales en la agricultura de secano, muestran baja eficiencia en la captación y conservación del agua, e incluso en muchos casos resultan negativos. Por el contrario, los cultivos de cobertura permiten un mejor aprovechamiento de las precipitaciones, reducen las pérdidas de agua por evaporación y contribuyen a estabilizar la productividad en un ambiente desafiante.
Experiencias y beneficios de los cultivos de servicio en San Luis
Las experiencias realizadas en distintos ambientes de la provincia durante más de una década permiten dimensionar la importancia de los cultivos de servicio. Ensayos conducidos por INTA en Villa Mercedes y en el centro provincial, principalmente con centeno y vicia, evaluaron su aporte a la protección del suelo, la dinámica del agua y el control de malezas.
En cuanto a la erosión hídrica y eólica, los resultados son contundentes: en parcelas con cultivos de servicio las pérdidas de suelo se redujeron entre un 70 y un 90% respecto a lotes sin cobertura. Esta diferencia se mantuvo independientemente de la pendiente, lo que demuestra que la vegetación viva y los residuos en superficie actúan como un anclaje del rastrojo y una trampa de sedimentos.
Otro aporte central está vinculado con la dinámica del agua. Si bien los cultivos de servicio consumen agua durante su ciclo, estudios de balance hídrico mostraron que este “costo” es recuperado en barbechos primaverales más eficientes. Al secarse, la cobertura mejora la infiltración y reduce la evaporación, logrando que al momento de la siembra del cultivo siguiente los niveles de agua útil sean similares —o incluso mayores— que en barbechos largos sin cobertura.


El control de malezas es otro beneficio destacado. Ensayos en Buena Esperanza y Villa Mercedes mostraron que el centeno, el trigo y el triticale redujeron la emergencia de especies problemáticas como rama negra, yuyo colorado y gramíneas anuales en más de un 90%. Además de la competencia por luz y nutrientes, los residuos de cobertura generan un efecto alelopático que limita la germinación de nuevas malezas.
La elección de la especie también influye en los servicios brindados. El centeno se destaca por su rápida cobertura y gran aporte de biomasa, mientras que las leguminosas como la vicia aportan nitrógeno al suelo mediante la fijación biológica. Las mezclas, en tanto, permiten complementar funciones y aumentar la biodiversidad del sistema, con efectos positivos sobre el suelo y la estabilidad productiva.
Barbecho versus cultivos de servicio
Uno de los mitos más frecuentes es que el barbecho largo permite “guardar” más agua para el cultivo de verano. Sin embargo, en San Luis los estudios muestran lo contrario: durante el otoño-invierno los barbechos tuvieron una eficiencia promedio de –103%, lo que significa que en lugar de almacenar agua, la perdieron por evaporación y malezas.
En cambio, cuando se incluye un cultivo de servicio y se lo seca en septiembre u octubre, el barbecho que sigue es más corto pero mucho más eficiente. La eficiencia de barbecho primaveral alcanzó en promedio el 21% con cultivos de servicio, frente a apenas 8% en barbechos limpios.
Este efecto explica por qué, a pesar del consumo hídrico del cultivo de servicio durante el invierno (un costo promedio de 42 mm), a los 60 días posteriores al secado los lotes con cobertura llegaron a registrar en promedio 37 mm más de agua útil que los barbechos sin cobertura
Fecha de secado y dinámica hídrica
El momento de secado de los cultivos de servicio es una de las decisiones más críticas en San Luis, ya que define el equilibrio entre la cantidad de biomasa producida y el consumo de agua. Según los ensayos del INTA, la ventana de secado más recomendable se ubica entre septiembre y octubre. Antes de ese período, la biomasa acumulada es insuficiente para cumplir con los objetivos de cobertura y control de malezas. Si se demora más allá, los cultivos alcanzan estadios fenológicos con un consumo hídrico elevado, lo que puede comprometer la disponibilidad de agua para el cultivo de renta.
Las gramíneas no deberían secarse más allá de la encañazón, y en leguminosas se recomienda no superar el estado de botón floral, porque a partir de esos momentos se incrementa rápidamente el consumo de agua y cambia la relación carbono/nitrógeno de los residuos, lo que afecta la liberación de nutrientes.
¿Hasta cuándo se puede mantener en pie el cultivo de servicio?
La recomendación general para San Luis es mantener el cultivo de servicio en pie hasta unos 50–60 días antes de la siembra del cultivo de renta. Ese período permite que, con las precipitaciones primaverales, el perfil se recargue lo suficiente para compensar el “costo hídrico” del cultivo de cobertura (en promedio, 42 mm). Un ejemplo práctico: si el secado se realiza el 1 de octubre y el cultivo de renta se siembra a partir del 1 de diciembre, las probabilidades de recuperar el agua consumida rondan el 50%, dependiendo de las precipitaciones de octubre y noviembre y de la eficiencia del barbecho posterior.
Conclusión
La evidencia generada en San Luis a partir de los trabajos de INTA demuestra que los cultivos de servicio constituyen una herramienta clave para enfrentar problemas centrales de la agricultura en la región, como la erosión, el control de malezas, la regulación de la dinámica hídrica y la mejora gradual de la calidad del suelo. Su implementación, cuando se maneja adecuadamente la fecha de siembra y el momento de secado, no compromete al cultivo de renta siguiente y puede incluso mejorar sus condiciones iniciales.
Sin embargo, la adopción en la provincia aún es limitada y no todos los ambientes ofrecen las mismas oportunidades. En zonas con mayor restricción hídrica o con precipitaciones muy escasas en primavera, la inclusión de un cultivo de servicio puede no ser viable. Además, su manejo requiere planificación, disponibilidad de maquinaria y un conocimiento preciso de las condiciones locales.
Por lo tanto, la expansión de esta práctica en San Luis depende de ajustar la estrategia a cada ambiente y secuencia de cultivos, e impulsar la difusión y capacitación técnica. Los cultivos de servicio no son una receta única, pero sí una oportunidad concreta para avanzar hacia una agricultura más resiliente, que combine productividad con conservación de los recursos.
Fuentes: INTA San Luis. “Cultivos de cobertura en San Luis” (Colazo & Garay, 2020) y “¿Qué eficiencia tienen los cultivos de servicios contra la erosión hídrica y eólica?” (Peralta et al., 2023).