Las herramientas de gestión que les aportaron técnicos del Centro Regional San Luis del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) estimulan un pronto salto técnico y comercial de un grupo de ocho jóvenes asociados para producir plantas de rosas en San Miguel, un fértil paraje ubicado entre Quines y Candelaria, en el caluroso norte puntano.
Con el negocio en franco crecimiento, el año pasado estos jóvenes de entre 18 y 24 años se plantearon superar problemas que impactaban en la calidad del producto y generaba un elevado porcentaje de descarte. Fue por ello que tomaron contacto primero con el instructor y responsable de Extensión y Desarrollo del INTI San Luis, Walter Gastaldo, y luego con el ingeniero Martín Fernández del área de Tecnología de Gestión de esa entidad, quienes les sugirieron una serie de acciones que mostrarán sus primeros resultados este año.
Gastaldo y Fernández relataron a El Semiárido cómo se generó esta relación y la sorpresa con la que se encontraron. Aprovechando el talento de algunos miembros del grupo inventaron máquinas para cortar las yemas, injertar y para seleccionar las estacas que servirán como pie del futuro rosal. Ahora el INTI San Luis les gestiona la patente de estas nuevas herramientas que el año pasado les ahorró el 80% del tiempo que lleva el proceso.
Un trabajo local del INTI sirve de ejemplo contundente sobre el impacto negativo de no estar organizado: una caja de herramientas desordenada le implica al pequeño productor una pérdida de 70 minutos por jornada; en una Pyme significa entre 400 y 500 pesos de pérdida por día, en una mediana empresa $5.000 y en una grande, entre $15.000 y $20.000. “El problema técnico termina siendo el mismo para cualquier escala”, indicó Fernández.
Las acciones sugeridas por INTI a los jóvenes productores fueron establecer un organización interna para resolver los problemas técnicos que provocan elevados niveles de desperdicio y scrap (chatarra) de rosas; identificación de puntos críticos del proceso de producción; medición y análisis de las variables que afectan a la calidad del proceso; resolución de los problemas técnicos del proceso de producción de rosas con datos técnicos, e introducir una metodología de resolución de problemas enfocada a lo predictivo y preventivo, sobre aquellas variables que afectan al proceso.
La historia comenzó en los ’90, cuando una firma italiana invirtió en la producción de plantas de rosas en el corredor productivo Quines-Candelaria y se retiró al final de la década porque el negocio no cerró. Pero quedó el conocimiento que hoy permanece en diez familias que viven cada una por su lado de esta colorida actividad.
“La rosa tiene la particularidad de arrojar rindes brutales. En una hectárea pueden producirse desde 10.000 a 50.00 plantas de rosas. Hace un año las estacas se vendían a $20 cada una y se comercializan con paquetes de diez. La soja empalidece en cuanto al rinde”, comparó el extensionista del INTI.
Gastaldo relató que algunos aspectos productivos quedaron en el tiempo. Estimulados por el ingeniero José Huerta, docente de horticultura en la escuela agrotécnica “Juan Pascual Pringles” de San Miguel, los jóvenes se entusiasmaron y como viven pegados al colegio, contactó a muchos de los hijos de los antiguos productores de rosas y empezaron a trabajar en pequeñas superficies de terreno.
Se juntaron ocho jóvenes de 18 a 24 años y empezaron a cultivar en parcelas de hasta una hectárea, con una visión más nueva del negocio, con la idea de presentar mejor el producto y aceitar la comercialización.
Durante las reuniones, el grupo demandó algún tipo de herramientas, momento en el cual Gastaldo contactó a Fernández, a quien los emprendedores le plantearon una gran cantidad de desafíos: “Particularmente lo que nos transmitieron como necesidad técnica es lo vinculado a los altos niveles de desperdicio de la producción”.
Durante ese proceso la panta pasa por una serie de pasos que están sometidos a situaciones, como climáticas y de manejo, que generan que el producto tenga determinado nivel de descarte: “Nuestra respuesta fue sugerir que deberían empezar a pensar una manera más organizada de su modelo de producción. Cuando indagamos con los chicos vimos como gran fortaleza que tienen toda la iniciativa y están muy interesados en crecer y con liderazgos visibles que entusiasman al resto del grupo, que se reúnen regularmente para discutir decisiones, y como debilidad aparecen todos los aspectos que deben resolver”.
La sugerencia del INTI San Luis en ese momento fue entender bien su proceso, porque si bien no es una carpintería o panadería, no deja de ser un proceso de producción, que a su vez cada una de sus etapas termina siendo un proceso que tienen sus puntos críticos de control, que los emprendedores deben comenzar a visualizar.
Tienen identificados sus puntos críticos, pero no tienen hoy la capacidad de poder analizarlos en forma conjunta, de registrarlos, y ese defecto significa dinero que se pierde, advirtió Fernández: “La solución para esa respuesta que ellos necesitan está justamente en ellos, en la posibilidad de reunirse pero con un conocimiento técnico de su proceso. Empezamos a sugerir que empiecen a identificar diferentes acciones del proceso en distintas etapas de modo de comenzar a evaluar cómo se mueve cada variante y cómo actúa sobre el producto, para que se anticipen y controlen cada una de ellas”.
Los técnicos del INTI San Luis trabajaran con estos jóvenes este año para transmitirles una metodología de trabajo, que va con el medir, analizar, estudiar, investigar, comparar y registrar, en especial este último para empezar a controlar los puntos críticos
Nuevas herramientas
Gastaldo: testacó el que los jóvenes están muy abiertos a sus sugerencias: “Empecé a trabajar con ellos hace un año y hacia fines de 2015 nos volvimos a encontrar porque habían encontrado nuevas herramientas. El corte de estacas se hace a mano individualmente con tijera. En marzo ya estaban atrás de diseñar una máquina que cortara ya no una, sino un grupo de ramas para hacer estacas”.
Después buscaron superar un problema muy importante: el corte de yemas que luego se injertan a razón de cinco por estaca, es muy lerdo: “Buscamos mundialmente y no encontramos nada específico para desyemar. Algunos de los chicos muy talentosos en mecánica y otras áreas diseñaron una máquina, rudimentaria, pero que reemplaza a la pequeña navaja para desyemar que no daña la corteza, impide el ingreso de virus y acelera el proceso”.
Otro chico, que está terminando el secundario en San Miguel, diseñó otra herramienta para hacer los injertos en las estacas que adelanta mucho el trabajo y lo hace más simple, porque habitualmente deben agacharse para injertar.
En menos de un año, con estas máquinas improvisadas, adelantaron un 80 por ciento su tiempo de producción: “Hicimos contacto con la escuela técnica Víctor Saá, que tiene orientación agrometal, para que los alumnos con sus profesores hagan el diseño definitivo y mejorado de estas herramientas e inicien el trámite de patentamiento. Este trabajo se va realizando en red y todo el conocimiento va quedando en la zona”.
Para Fernández, lo interesante para INTI sería participar en un proyecto con ellos, pero solamente para actuar como un actor para articular entre la herramienta de gestión y el grupo que tienen el conocimiento práctico y técnico: “Nuestra idea es organizarlos en la manera de ver el negocio, de discutir un problema técnico y que no termine decidiendo el que tiene más experiencia, sino que haya un conocimiento real de su proceso, con datos e indicadores que demuestran que esa acción correctiva por implementar esté argumentada por datos”.
Las herramientas que proponen implica pasar a algo “predictivo y preventivo”, para que ayude a tomar mejores decisiones en busca de la calidad en la producción.
Esto abre otra mirada que es la logística: la planta tiene que llegar en iguales condiciones a todos los compradores, para lo cual se necesitarán controlar varios puntos críticos, como la temperatura, humedad, tierra, exposición al sol, entre otros, señaló Fernández.
A raíz de un problema con el transporte, el año pasado los jóvenes socios compraron una camioneta para controlar toda la cadena y garantizar que al cliente le llegue la mercadería como debe ser: “Problema chico, solución chica, problema grande, solución grande. La organización termina siendo fundamental para garantizar la calidad del producto”.
Gastaldo vaticina un futuro inmediato de gran crecimiento para estos emprendedores, porque sabe que tienen una visión más moderna y aggiornada a los tiempos que tienen que ver con la calidad y el servicio.
FOTO: El Semiárido