“El nuevo mapa describe la vegetación espontánea de la Argentina —especies que crecen sin necesidad de que sean cultivadas— y tiene gran cantidad de usos posibles”, señaló Mariano Oyarzabal, investigador del Laboratorio de Análisis Regional y Teledetección (LART-FAUBA), y añadió: “Divide al territorio en 50 unidades de vegetación y resume para cada una su tipo de vegetación y sus especies características. Será una herramienta de gran valor para definir nuestra geografía desde la ecología y la agroecología”.
En este sentido, el investigador explicó que el mapa, publicado en la revista Ecología Austral, permitirá enfrentar adecuadamente problemas como el cambio de la cobertura del suelo o las invasiones recientes de especies exóticas, y que podrá servir como referencia en iniciativas de restauración ecológica. “Ahora podemos saber qué tipo de vegetación había en una región antes de que fuera removida o reemplazada. Por ejemplo, si quisiéramos recuperar el bosque de quebracho colorado, el mapa nos indica hasta dónde se extendía originalmente”.
“El trabajo surgió a partir de una pregunta muy práctica que nos hizo en 2013 el entonces subsecretario de ganadería: ¿Cuánto pasto se produce en la Argentina? Estaba claro que era un dato clave que estaba faltando y que debíamos estimarlo. En ese momento, el grupo de trabajo del que formo parte en la Facultad comenzó a investigar el tema”, dijo Oyarzabal, quien también es docente del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la FAUBA.
“Nosotros sabíamos que existían muchas estimaciones de oferta forrajera para distintos lugares del país, además de los mapas fitogeográficos previos, por lo general imprecisos, parciales o incompletos. Así que el desafío para nosotros era reunir la información y ponerla en un nuevo mapa. Lo llamativo fue que recopilar los datos sólo nos llevó un año, mientras que completar el mapa nos demandó cinco”, comentó.
El rompecabezas está completo
Oyarzabal le contó a Sobre La Tierra que para realizar el mapa fue clave basarse sobre la cartografía previa. “Nos apoyamos principalmente en el mapa que Ángel Cabrera publicó en 1976, ya que él dividió toda la Argentina en grandes territorios fitogeográficos como el Chaco, la Región Pampeana, la Región Mesopotámica, etc. Después de Cabrera, muchos botánicos y ecólogos realizaron mapas de áreas puntuales dentro sus territorios. Por ejemplo, algunos diferenciaron la Pampa Austral y la Pampa Deprimida, y otros separaron el chaco árido del semiárido. Entonces, el mayor problema era que, hasta el presente, toda esa información estaba dispersa”.
El investigador puntualizó que el objetivo fue hacer coincidir, como las piezas de un rompecabezas, todos esos mapas en uno solo que incluyera las grandes unidades con sus subunidades y especies vegetales características. Como en muchos casos esas piezas no coincidían exactamente con las otras debido a las particularidades de las distintas fuentes consultadas, Oyarzabal y colaboradores debieron superar una cantidad de dificultades.
“Nos dimos cuenta de que existían discontinuidades e inconsistencias. Las discontinuidades ocurrían cuando, por ejemplo, un autor describía la Patagonia hasta el Río Colorado y otro describía la Región Pampeana hasta los límites políticos de las provincias. Teníamos claro que la discontinuidad no provenía de la vegetación sino de autores con distintos enfoques. Pudimos corregirlo a partir de imágenes satelitales y de las recorridas de campo que algunos autores habían realizado”.
En cuanto a las inconsistencias, el investigador sostuvo que ocurrían cuando más de un autor informaba diferentes características para una misma área o región. “Hubo que solucionar puntualmente cada inconsistencia. Por ejemplo, mientras un investigador decía que en un área determinada había un bosque típico de la Región Chaqueña, otro afirmaba que había un pastizal. Al igual que en las discontinuidades, también usamos imágenes satelitales para definir estas situaciones y nuestro conocimiento de la vegetación recopilado en viajes de relevamiento”.
“Después de todo este trabajo, llegamos a establecer en un único mapa las 50 unidades de vegetación. Logramos que sus límites coincidan y que, en total, abarquen el 100% del país, en una escala cartográfica de 1 en 20 millones. Además, nuestro trabajo incluye un texto que describe la forma de la vegetación característica de cada lugar y el conjunto de especies que allí viven”, resaltó con satisfacción Oyarzabal.
Una herramienta libre y gratuita
El mapa de Oyarzabal y colaboradores representa un progreso en relación a la cartografía previa. En este sentido, el científico consideró que “una de las grandes ventajas es que ahora contamos con un mapa digitalizado. Técnicamente hablando, tenemos el mapa digital disponible online de forma libre y gratuita. Todas las personas que quieran usar el mapa pueden acceder y descargarlo de la web con el detalle con el que trabajamos e, incluso, imprimirlo en gran tamaño”.
Para Oyarzabal, la importancia de haber publicado el trabajo en la revista Ecología Austral, editada por la Asociación Argentina de Ecología, es que está disponible de forma abierta para todo el mundo. “Los investigadores publicamos en la revista de modo gratuito y los lectores también pueden leerla sin costo alguno. Esto es infrecuente en las revistas científicas tradicionales, en las que para publicar un mapa como el nuestro, o para acceder a uno ya publicado, alguien tendría que haber pagado, y mucho”.
“Cuanto más sepamos de nuestra vegetación, más conocemos de nuestra geografía y más conocimiento tenemos en general del país. Conocer la flora es una manera de comprender mejor la geografía de la Argentina, porque la vegetación actúa como indicadora del ambiente”, concluyó.