Inicio Política Vida incómoda: el malestar de los vecinos de Desaguadero ante la ausencia...

Vida incómoda: el malestar de los vecinos de Desaguadero ante la ausencia del Estado

Los habitantes de Desaguadero, una localidad ubicada a la vera del río homónimo, expresaron su creciente malestar por el estado de abandono en el que se encuentran sus caminos y servicios esenciales. La ruta provincial 49, que conecta la autopista de las Serranías Puntanas con los parajes El Ramblón y El Rambloncito, sufre un grave deterioro debido a una ejecución deficiente de las obras de consolidación y falta de mantenimiento por parte del Estado.

El tramo de tierra, supuestamente mejorado con ripio, presenta serias dificultades para el tránsito. La mezcla inadecuada de pedregullo y arcilla utilizada en la construcción ha provocado que, con las lluvias, el camino se vuelva intransitable. Camiones de carga han agravado la situación, rompiendo la estructura de la vía, lo que dificulta aún más la circulación.

En esta zona también se encuentran los azudes construidos para mitigar la degradación de las lagunas de Guanacache. Uno de ellos, ubicado a 3.000 metros del cruce con la ruta 7, fue promocionado como atractivo turístico, pero su mantenimiento es deficiente. El otro, a unos 20 kilómetros de la autopista, cumple una función similar, aunque el abandono de la infraestructura amenaza su efectividad.


Uno de los puntos más críticos es el badén de 50 metros de ancho en el lecho del río Jarilla. Este paso, renovado en el pasado debido a su continuo deterioro, quedó completamente cubierto por arena tras las últimas lluvias. La acumulación de sedimentos ha generado una trampa de cuatro metros de ancho por 70 centímetros de profundidad, imposibilitando el tránsito de vehículos convencionales. Recientemente, una furgoneta quedó varada junto con otros automovilistas que intentaban llegar a viviendas situadas al norte del badén.

Los pedidos de auxilio de los vecinos fueron infructuosos. El comisionado municipal de Desaguadero afirmó haber solicitado maquinaria a Vialidad Provincial, pero el organismo alegó no contar con los equipos necesarios para despejar el camino. Ante la falta de respuesta oficial, los propios residentes tomaron cartas en el asunto. Con palas y un tractor cedido por un vecino, intentaron remover manualmente la arena acumulada, enfrentando una tarea titánica que, según cálculos locales, equivale a mover 60 camiones volcadores de tierra.

El descontento de los habitantes de la región no se limita a la precariedad vial, según testimonios relevados por El Semiárido. En Desaguadero, a pesar de contar con un acueducto que pasa por la ruta, muchas familias siguen sin acceso al agua potable. A pesar de reiteradas gestiones y reuniones, no han logrado que se le permita la conexión a la red. La falta de agua, en el contexto de una sequía prolongada, agrava la crisis, obligando a los vecinos a abastecerse por sus propios medios.

Los habitantes de la zona exigen soluciones concretas y denuncian que, mientras se destinan fondos a obras de menor prioridad, como la refuncionalización de una plaza en Alto Pencoso por 37 millones de pesos, sus necesidades básicas continúan desatendidas. “Nosotros también existimos, pagamos impuestos y merecemos respuestas”, reclaman.

El sentimiento de abandono es generalizado en la comunidad. Los vecinos buscan que sus reclamos sean escuchados y que las autoridades tomen medidas urgentes para mejorar su calidad de vida, garantizando el acceso a servicios esenciales y un mantenimiento adecuado de la infraestructura vial.

Los vecinos de la zona enfrentan un panorama desolador ante la falta de acción de las autoridades. Recientes lluvias dejaron a muchas personas varadas durante horas e incluso días, sin posibilidad de trasladarse entre Mendoza y San Luis. Trabajadores, residentes y transeúntes sufrieron las consecuencias de un sistema vial que colapsa ante inclemencias climáticas.

Un testimonio recopilado en la zona describe el caos que se vive tras las precipitaciones: «Gente empantanada desde la medianoche hasta el mediodía del día siguiente, sin poder salir, sin ayuda de nadie. Se han organizado como han podido para abrir un paso con tractores y palas, pero esto no es una solución definitiva. Con una nueva crecida, la situación se repetirá».

El deterioro de la infraestructura es evidente. Vecinos recuerdan que hace más de 40 años que el badén de Jarilla fue arrasado por el agua sin que se haya realizado una reparación adecuada. «En cada lluvia fuerte, el agua socava lo poco que queda y pone en riesgo a quienes dependen de estos caminos para su vida diaria».

El problema no se limita al estado de los caminos. La inseguridad es otra preocupación creciente. Se denuncia el robo de ganado en la zona, donde la falta de controles y vigilancia deja a los productores desprotegidos: «El abigeato es moneda corriente. No hay controles, no hay investigación, nadie se hace cargo. La gente pierde sus animales y no tiene a quién reclamar».

A esto se suma la preocupación ambiental. Basurales clandestinos proliferan sin regulación ni acción municipal: «La basura se tira en los campos sin permiso de los dueños. En una ocasión, un guardaparque intentó limpiar la zona y, poco después, la basura volvió a acumularse en el mismo lugar».

Los vecinos insisten en que no buscan protagonismo, sino soluciones. «No queremos figurar, solo queremos que esta situación trascienda y que alguien tome cartas en el asunto. Desaguadero es la primera y la última imagen que los turistas se llevan de la región. No puede seguir así». Mientras tanto, la espera continua. Con cada nueva tormenta, con cada nuevo acto de delincuencia y con cada nueva acumulación de residuos, Desaguadero se hunde más en el abandono. Sus habitantes solo piden ser escuchados.