El concepto agronómico de «agricultura adaptativa» es cambiar para ajustar mejor a un contexto, definió Jorge Mercau, especialista del INTA San Luis que explicó a El Semiárido cómo lograron determinar tres ambientes bien heterogéneos en el Valle del Conlara analizando valiosa información de más de diez campañas, colectada por el Grupo CREA de la zona, que ofrece, más allá de las lluvias, una oportunidad de diseño para el planteo agrícola.
En una reciente jornada realizada en Tilisarao, el técnico explicó que la adaptación es la base de la sustentabilidad y que las cosas no serán sustentables porque queden fijas y permanentes, sino porque pueden cambiar y acomodar el planteo de producción a las diferencias ambientales, en el espacio y campaña a campaña.
Esa jornada fue el producto de dos esfuerzos diferentes. Primero, en el Establecimiento «Don Andrés», de Marcelo Bongiovanni, sobre la inserción de los cultivos de cobertura (CC) y una empresa que lo está haciendo y que tiene dos tecnologías que a priori le empieza a parecer que se pueden aplicar.
Luego, Mercau analizó doce campañas de resultados agrícolas en maíz y soja y qué hacer con esa información.
En la región funciona el CREA Valle del Conlara, que tiene una historia larga en la zona, con miembros muy prolijos a la hora de registrar información.
Una de las fortalezas que tiene este movimiento, además de intercambiar información entre ellos, es recabarla para poder decidir mejor.
En la misión de un grupo CREA está la idea que, con parte de esos conocimientos, hacer acciones que permitan integrar mejor a las empresas CREA con la comunidad, destacó el investigador del INTA.
Mercau dirigió el trabajo de ordenar la información y analizarla para presentarla en una jornada pública y gratuita.
La jornada también tuvo el aporte de Luis Mayer, quien terminó su doctorado en estrés térmico en maíz con ensayos en Villa Mercedes y actualmente desarrolla trabajos con investigadores argentinos en la Cátedra de Cereales de la UBA.
Quienes dieron la bienvenida institucional fueron Susana Bologna (FICA), quien destacó el valor del evento para la formación de los futuros egresados, y en particular de la posibilidad de hacer experimentación en el campo de Bongiovanni.
Martín Kenny, miembro CREA Valle del Conlara y vocal de la Región Centro de AACREA, destacó el valor de compartir la información, para contribuir a parte de la visión CREA de empresas integradas a la comunidad.
Silvana Benitez (INTA), destacó el trabajo interinstitucional, el apoyo de los que acompañaron la jornada, la importancia de colaborar y formar grupos y enmarcó el encuentro en línea con las anteriores jornadas agrícolas que se vienen llevando años anteriores en el valle.
Tres espacios en la charla de Mercau
En base a la información del grupo CREA, apoyado por Martín Ibarra, asesor privado, y Raúl Giménez, vinculado a GEA-UNSL, expusieron los análisis en tres líneas: contexto agroclimático; resultados de doce años de campañas de soja y maíz del CREA Valle del Conlara, y monitoreo y decisiones: qué se necesita para hacer una agricultura adaptativa y cambiar en función de la oferta ambiental.
Cómo funciona el clima en la zona
El contexto agroclimático ayuda a entender las oportunidades y riesgos que ofrece determinado lugar, explicó.
Los datos climáticos fueron obtenidos de los registros del SMN, la REM y satelital, con datos del índice verde, topográficos y temperatura de la superficie.
Giménez proceso estos datos de las diez últimas campañas y puso luz para entender que las diferencias térmicas en el espacio y en un paisaje de mucho relieve, muestra muchas diferencias, indicó.
Con esa información, elaboraron mapas del Valle del Conlara, donde, por ejemplo, pueden verse los lugares más fríos en invierno.
Con el satélite hicieron tres tipos de síntesis: la temperatura mínima de los meses de invierno en el Valle del Conlara (indicador de las heladas); temperatura media de los meses del verano (velocidad con la que transcurre la estación de crecimiento), y temperaturas máximas de diciembre-enero (estrés térmico).
Con esto identificaron en el Valle del Conlara tres ambientes bastante heterogéneos. El Grupo CREA tiene campos desde La Toma hasta Merlo y desde San Martín hasta la base de las sierras de los Comechingones y se concentran fuerte alrededor de Tilisarao.
Mercau reveló que uno de esos ambientes está en el centro del valle, con un eje que empieza en La Toma y se prolonga en dirección a Santa Rosa del Conlara: «Esta zona se va calentando de sur a norte, con inviernos relativamente frescos y a su vez no es muy alto y por ello sus temperaturas máximas pueden ser elevadas. Por ejemplo, las temperaturas de Tilisarao son parecidas a las de Villa Mercedes».
Este eje presenta una estación de crecimiento relativamente corta, porque tiene heladas, y rápida porque se calienta mucho en el verano y también expuesto a muy elevadas temperaturas en la misma estación.
«Más allá de las lluvias, estos datos ofrecen una oportunidad de diseño para cada campaña», insistió.
El otro ambiente se ubica en el valle del departamento San Martín, donde es más frío, pero como está relativamente alto sus temperaturas máximas en el verano son moderadas, con una estación de crecimiento corta, pero es fresca, lo que permite un avance fenológico más tranquilo y no genera tanto estrés térmico en pleno verano, según definió.
Un tercer ambiente se ubica en la ladera de las sierras de los Comechingones , desde la ruta provincial 1 hacia el oeste: «Allí hay una pendiente fuerte y larga, lo que hace que en la llegada del invierno se enfríe el aire, que se desplaza hacia abajo».
Por lo tanto, dijo, esta ladera no tiene un invierno tan crudo y por ello una estación de crecimiento más grande que permite ir con cultivos hasta más tarde y además, como está alto, tiene veranos más moderados.
Por ejemplo, en Los Molles puede sembrarse maíz el 10 de diciembre con riesgo de heladas comparable a sembrar el 25 de noviembre en San Martín.
«Otra cosa que pasa en San Luis es que cuando ves rendimiento potencial de los cultivos, en maíz tenemos una condición para fecha temprana, que para el eje del Valle del Conlara no puede ser antes del 5-10 de octubre; comparada con la tardía que no puede ser mucho más tarde que el 1° de diciembre», explicó.
Agregó que al comparar 10 de octubre con 1° de diciembre, el potencial de rendimiento de maíz es bastante parecido, porque hay una radiación y temperaturas no muy diferentes.
En cambio, advirtió que para soja no tiene sentido sembrarla antes del 20 de octubre, pero comparada con la del 20 de noviembre, la fecha tardía tiene mucho menos potencial. Esto pasa en el eje del Valle del Conlara.
«Esto último ocurre porque hay menos radiación, con un fotoperíodo más corto que acelera el ciclo del cultivo, la etapa de definición de número de granos se acorta y por lo tanto menos potencial de cantidad de granos respecto a la fecha temprana», explicó.
Además dijo que el llenado de la fecha tardía ocurre con temperaturas más frescas.
A todo esto hay que sumarle el agua, que como ocurre en casi todo San Luis, lo poco que llueve se concentra en verano. Detalló que en Tilisarao, el promedio desde 1971 es de 650 milímetros anuales, uno de cada cinco años llueve 550 mm, y otro de cada cinco, 750 mm.
Hacia los Comechingones el promedio sube un poco, al igual que en dirección a San Martín, de acuerdo a los promedios analizados.
Pero en esta última zona, donde llueven 50 mm más que en el eje del Valle del Conlara, lo interesante para Mercau es que caen en verano y por lo tanto es posible explorar mejor las siembras que ubiquen su floración.
Datos acumulados durante doce campañas
Para ratificar eso patrones climáticos, los comprobaron con datos de 12 campañas del Grupo CREA de una serie de campos que están en el eje del Valle del Conlara, otros cerca de Los Molles y en el valle de San Martín.
Los datos tienen una base grande, ya que corresponden a 464 lotes de soja y 315 de maíz.
En el caso de la soja, analizaron además del rendimiento absoluto de 464 lotes, cuál es la relación entre las lluvias de verano, entre octubre y marzo, que determinó que el techo máximo de rendimiento con 650 mm en cualquier zona del Valle del Conlara es de 4.000 kilos por hectárea.
«Es posible alcanzar, con 650 mm, frecuentemente los 4.000 kilos», remarcó y dijo que, por ejemplo, si el rinde fue de 3.000 kilos y llovieron 700 mm, hay que preguntarse por qué no se llegó a los 4.000 kilos.
En cambio, si con el mismo rendimiento llovieron 500 mm, se está en el máximo que se podría alcanzar.
El 75% de los lotes analizados venía de maíz, una secuencia que se repite en todo los campos del grupo; usan materiales del grupo 3 largo y 5 corto y generalmente son inoculadas, sin fertilizar.
En el mismo análisis observaron que en San Martín, los máximos de rendimiento (32 qq) se dan en aquellos sembrados entre el 5 y 25 de noviembre. En el caso de Los Molles, la ventana de siembra que dio máximos rindes (34 qq) fue entre el 15 y 30 de noviembre. Para el caso de Tilisarao, también entre el 15 y 25 de noviembre da los máximos esperables (29 qq).
Además, lo que vieron los técnicos, especialmente en San Martín y Los Molles, es que claramente los grupos 3 largos se destacan por sobre los otros.
En Tilisarao, las fechas tempranas no se pueden explorar con buenos resultados, aunque no pueden ir mucho más tarde del 25 de noviembre, aclaró Mercau.
«El rendimiento potencial del maíz está en el orden de las 12 toneladas, mientras que el de la soja está en las 5,5 a 6 toneladas. Las 12 toneladas las exploran frecuentemente los productores, en cambio a las de soja el agua no alcanza y por lo general se logran 4», ilustró.
En el trabajo sobre maíz, se pudo ver que en San Martín el techo frecuente es de 100 qq. Las mejoras fechas de siembra están entre el 20 de octubre y el 30 de noviembre, según analizaron.
En cambio, indicó que hacia Tilisarao, las mejores fechas están entre el 1° y 10 de diciembre: «Todas las fechas tempranas fueron malas. En el eje del Valle del Conlara la estrategia de usar tardíos es claramente la mejor. En el caso de Los Molles, la mejor fecha es entre el 1° y el 19 de diciembre».
Para especialista del INTA San Luis, el atraso de la fecha de siembra es muy conveniente desde el punto de vista del balance hídrico: «Si se parte de un otoño más o menos seco que te deja los perfiles regulares, el agua de la primavera los recarga y con la siembra tardía se parte con perfil lleno».
Detalló que tomando todos los lotes registrados, sin descartar los malos, en las fechas de siembra óptimas San Martín rindió 75 qq, Los Molles 80 qq y Tilisarao 65 qq.
«Si sembrás de fin de noviembre a principio de diciembre, con 450 mm desde diciembre a marzo, es posible alcanzar el techo de 100 qq; si solo llueven 300 mm el techo cae a 60 qq, estos son los valores en la frontera de productividad», concluyó.
En el caso del maíz, analizaron qué hace que los lotes estén cerca o lejos de la frontera de la productividad del agua. «Lo que vimos es que los que estaban cerca de esa frontera no habían usado híbridos malos, fertilizaron con nitrógeno y no se pasaron en densidad (entre 50 y 60 mil plantas)», detalló.
Lo que sí marcó una diferencia fueron las lluvias previas a diciembre, lo cual es un indicador de que la recarga es muy importante para estar cerca de la máxima productividad y por lo tanto Mercau recomienda cuidarla.
Adaptarse al ambiente a explorar
No es lo mismo hacer agricultura en San Martín, Tilisarao o Los Molles. Hay que adaptarse a eso primero y después viene la adaptación a la variabilidad interanual de la oferta hídrica, advirtió el investigador.
Por ejemplo, dijo que no hay variabilidad en las lluvias. La serie climática de 40 años analizada para el Valle del Conlara indica que las décadas del 50 y 60 fueron más secas, que desde los 70 hasta la segunda década del 2000 son todas lluvias similares, con promedios de alrededor de los 650 mm, con una dinámica temporal bastante parecida.
Allí empieza a llover fuerte en noviembre, con precipitaciones importantes ya en octubre y continúa hasta marzo-abril.
Mientras que en Villa Mercedes o en Fraga hay diferencias en los años «niña» o «niño», en el Valle del Conlara no hay ningún efecto, aseguró Mercau recalcó que tampoco los pronósticos estacionales hacia el oeste argentino tienen impacto.
«Hay mucho por hacer en saber cuánta humedad hay en el suelo en el momento de sembrar: dejen de ver pronósticos y empiecen a medir el agua en el suelo.
Esta medición debe practicarse hasta los dos metros, porque los cultivos explotan hasta allí», es el consejo del profesional.
Para el investigador, lo interesante de medir hasta dos metros, es que, por ejemplo, para un maíz temprano a sembrar el 1° de octubre, por estos días se hace la medición. La humedad hallada en el primer metro es la que usará el cultivo al principio, pero la que está en el segundo metro, el maíz la empieza a usar cerca del período crítico, unos 15-20 días ante de la floración.
Si ese segundo metro está húmedo , se sabe, en especial en los suelos del Valle del Conlara que son bastante limosos, que allí abajo hay unos 90-100 mm de agua fácilmente extraibles (su capacidad de almacenamiento es de 140 a 150 mm).
Si ese segundo metro está moderadamente seco, habrá entre 20 y 30 mm que ya no son fácilmente extraibles.
Esos 80 mm que separan al húmedo del moderadamente seco se usarán en el período crítico , a una demanda de 5 mm por día, durante 16 días de abastecimiento de agua, apuntó.
«Para quienes tienen el segundo metro húmedo y erraron alguna lluvia importante, no les quita el sueño, pero los que no lo tienen, deberían preocuparse por esa lluvia que erraron», ilustró.
Insistió que mientras que en el pronóstico del clima estacional no hay ninguna diferencia esperable, en el agua en el suelo la hay, ya que los hay recargados y no recargados, «por lo tanto ir a medir tiene la expectativa de que voy a ganar información».
Qué hacer con la información
Para Mercau, lo primero que se puede hacer con el agua en el suelo es cambiar la estructura del sistema de producción. En la secuencia maíz-soja el agua ayuda a decidir si se puede incorporar un cultivo de cobertura entre ambos.
«Hasta ahora tenemos el conocimiento agronómico como para decir, de acuerdo a la humedad que haya a mediados de marzo, conviene o no hacer cultivo de cobertura», dijo sobre la zona de Tilisarao.
Si para esa fecha están los dos metros de perfil lleno, es una oportunidad de poder usar ese agua, porque desde allí hasta la siembra de la segunda quincena de noviembre de soja, y de maíz hacia fin de noviembre, hay mucho tiempo y las lluvias comienzan en octubre-noviembre.
«Si no se usa ese agua, se pierde desde el punto de vista productivo y es lo que genera problemas ambientales, como el Río Nuevo en la Cuenca del Morro», alertó.
En el caso de las siembras aéreas de cultivos de cobertura, con otoños húmedos, deberían hacerse a mediados de marzo sobre maíz, recomendó: «Usar ese agua en lugar de conservarla, que además se puede perder, para capturar mejor las lluvias de primavera».
La segunda decisión llega con la fecha de siembra, que será diferente cuando el segundo metro esté lleno o no.
– En un ambiente como San Martín, está la posibilidad de explorar las fechas tempranas de principio de noviembre para soja, vs. las más tardías si no están los dos metros llenos.
– En Tilisarao hay una pequeña diferencia en la fecha de siembra que se puede hacer.
– En Los Molles, habría que explorar alguna siembra en octubre.
Fotos. Gentileza Jorge Mercau.