Cuando Marcelo Lembo llegó a San Luis en 2001, apenas con su experiencia de contratista rural y la voluntad de trabajar sin mirar el reloj, jamás imaginó que 24 años después estaría inaugurando una de las concesionarias de maquinaria agrícola más completas y modernas del interior argentino. Sin embargo, su historia, marcada por sacrificios, caídas, decisiones audaces y una inquebrantable ética de trabajo, es una prueba de que los sueños también se construyen con tierra bajo las uñas y persistencia diaria.
“Vine a San Luis en 2001 a la zona de Quines y Candelaria a trabajar de contratista, haciendo rastra de discos”. Así empieza la historia. Un comienzo humilde, sin certezas, donde la única garantía era la fuerza de sus manos.
En enero de 2014, Lembo dio el primer gran paso. Instaló su empresa en un predio propio. Y casi una década más tarde, en 2023, apareció la oportunidad que cambiaría todo, un terreno con 110 metros de frente sobre la Autopista de las Serranías Puntanas. Ese frente iba a ser la puerta de entrada de su sueño mayor, su propia agencia de maquinaria agrícola.
“Pensábamos inaugurar en 2028. Esa era la idea. Ir haciéndola despacio. Pero un día dijimos ‘Aceleremos a fondo’. Y lo hicimos. Inauguramos el 7 de noviembre de 2025, más de dos años antes de lo previsto”, recordó durante una extensa entrevista con El Semiárido.
La frase resume su vida: cuando todos frenan, él acelera.
Mientras levantaba su concesionaria, Lembo pagó el costo más alto para un vendedor de máquinas: dejar de estar en el campo.
“Se cayeron bastante las ventas. Más allá de la situación del país, mi no presencia afectó. Pero no importa, lo vamos a recuperar”, confiesa sin dramatismo. Porque para él, el objetivo estaba claro, inaugurar, consolidar y proyectar.
Su nueva sede, impecable y con altos estándares industriales, se convirtió en un punto neurálgico para su operación. Estrategia pura: “Estamos a 300 kilómetros de Mendoza, 300 de San Juan, 600 de Río Negro. Desde acá regulamos toda la logística”.
Lembo Maquinarias no es solo un salón de ventas, sino un ecosistema productivo.
En planta baja, un salón de exposición de 210 m², 150 m² de repuestos, oficinas de postventa, servicio y repuestos; comedor y baños, tres oficinas de coworking (una ya alquilada) y una isla comercial de energía solar.
En el fondo, un depósito de 310 m² donde descansan máquinas nuevas listas para entregar. Y en planta alta, una sala de conferencias para 80 personas, salón de directorio, oficinas de administración, ventas e inmobiliaria y oficina personal de Lembo.
Y como si fuera poco, atrás del edificio principal, un galpón de 1.000 metros donde ensamblan tractores HITO y otras máquinas importadas de Turquía y China.
Su esposa es martillera, María Alejandra Zavarro Seara, y en el mismo edificio tiene su espacio para desarrollar su actividad inmobiliaria, con la venta de establecimientos rurales únicamente.










Sus aliados en el mundo
Si algo distingue la historia de Marcelo Lembo es su capacidad única de generar confianza.
Relata que una empresa china le reconoció 800 cuchillas defectuosas en apenas cinco días. Sin pelear, sin presionar. Solo porque confían en él.
Y su vínculo con Turquía es aún más sorprendente: “En pandemia, cuando nadie tenía máquinas, él me las mandaba sin que se las pagara. No es fácil conseguir una cuenta corriente en el exterior, sin garantía, sin papeles. Solo de palabra”.
Después agrega que “eso no lo consigue cualquiera”. Pero sí alguien que construyó reputación “máquina por máquina”, durante más de diez años y más de 400 importaciones.
La relación es tan sólida que representantes turcos viajaron especialmente a San Luis para la inauguración. “San Luis es mi segunda casa”, dijo uno de ellos.
Lembo tiene una máxima: “En lo que no entiendo, no me meto”. Por eso se especializó en henificación, corte, rastrillos, enfardadoras y enrolladoras.
Los otros rubros los conoce, pero no intenta abarcar todo:“Algunos hacen un poco de todo y no hacen nada. Nosotros no. Nosotros somos fuertes en esto”.
Y esa especialización, sumada al servicio postventa, es otro pilar de la empresa. “Me llaman 9:45 de San Juan que se rompió una enfardadora. A la una de la tarde estamos ahí”.
Porque para él, el cliente no es una compra, es un compromiso.










Formar gente, la nueva misión
Lembo detectó un problema profundo. Falta de capacitación en operarios. Máquinas modernas, operarios sin formación. Resultado, roturas, pérdidas, costos.
“Vamos a dar cursos con diploma. Y en el certificado vamos a detallar todo lo que se enseñó. Si después rompen algo, el dueño va a poder decir acá está el punto, esto se explicó”, dijo al definirla como una apuesta educativa, productiva y social.
Y una apuesta valiosa: “El problema casi nunca es la máquina. El problema está entre el volante y la butaca”.
Nuevas alianzas, nuevos horizontes
Una semana antes de inaugurar la agencia, llegó otro empresario turco, de la firma FIMAC, especialista en alimentación animal. Lo que vio en Argentina lo dejó impactado: entre 15% y 30% de comida desperdiciada en tambos y feedlots.
Pero las soluciones existen. Con cocinas estáticas, la ineficiencia baja al 7%. Con sistemas automáticos, al 0,07%.
El impacto económico es inmenso: en un tambo de 1500 vacas, solo por mejorar la eficiencia, la pérdida diaria por no aplicar estas tecnologías ronda los $3.750.000.
Por eso, Lembo fue convocado para representarlos en Argentina. Ya prepara un viaje a Turquía con referentes de grandes tambos y feedlots del país.
Lembo Maquinarias ya no es una empresa local, sino un grupo que tiene presencia en San Juan, Catamarca y Valle de Río Negro, con cuatro puntos de venta. La casa matriz en San Luis, operación activa en Mendoza (pero sin estructura fija por los costos)
Y un equipo humano de confianza, construido como se construye todo en su vida, con tiempo, respeto y trabajo.
La nueva agencia funciona íntegramente con energía solar. Produce 15 o 16 kW y consume apenas 4 o 5.
Y cuando se implementen los pagos por inyección a la red, piensa llenar el techo completo de paneles.
“La agencia se hizo comprando máquinas”, revela. Compraba financiado y cuando subía el dólar. Llegó a tener 270 máquinas en stock. Mientras muchos buscaban dólares, él compraba fierros.
Y esos fierros, bien comprados y mejor vendidos, construyeron su edificio soñado.
A los 55 años, Lembo no piensa en aflojar. Sus hijos, Fernando y Francisco, ya están involucrados.
Tiene logística propia, servicio posventa, importación directa, oficinas, repuestos, camiones, personal especializado y proyección internacional.
Todo construido con una frase que repite como quien repite un mantra: “Hay que cuidar los pesitos, porque los millones se cuidan solos”.
Marcelo Lembo no heredó un imperio. Lo construyó. No se instaló en un gran mercado. Lo creó.
No esperó que lo llamaran. Fue, volvió, insistió y cumplió.
De contratista rural en 2001 a referente regional en 2025.
De rastras de discos a acuerdos internacionales.
De un sueño a una agencia propia que brilla al costado de la autopista.
Su historia es la prueba viva de que la Argentina productiva, la que trabaja, la que arriesga, la que cumple, todavía tiene héroes anónimos que prefieren hablar de máquinas antes que de ellos mismos.
Pero detrás de cada máquina, detrás de cada repuesto, detrás de cada viaje, hay una historia.
Y esta es la historia de un hombre que siempre eligió acelerar.














