En menos de media hora se transformó el paisaje. Los árboles parecen aves desplumadas y el campo quedó como semidesértico en época invernal. La tormenta que descargó agua pero sobre todo una pedrea intensa el 10 de noviembre en la zona de San Miguel, cercana a Quines y Candelaria, terminó con los cultivos e hipotecó a por lo menos dos años la ilusión de los productores de rosas.
A los fines de ubicar al lector, en este lugar viven agricultores familiares cuya actividad central es la producción de plantas de rosas de diferentes tipos, cuya coloración alcanza ochenta variedades. Esta actividad se complementa con producciones hortícola, frutícola y pasturas para aumentar los ingresos y cubrir baches ante la estacionalidad de la venta de rosas.
El cultivo de esta planta comprende un proceso productivo que demanda tres años desde el inicio, mediante corte y plantado de estacas, hasta la venta de plantas de dos años. En ese transcurso se trabaja en desyemado e injerto con la variedad o el color pretendido, además del enmacetado, si se selecciona esta modalidad de venta.
Los álamos parecen que estuvieran en pleno invierno. Sin hojas…
La piedra caída fue de tal magnitud que en algunos casos dejó sólo “palitos pelados” y en otros “tierra arrasada”. Dado el proceso que requiere la rosa, los productores tienen comprometida su producción para las campañas 2019 y 2020/21, puesto que han perdido las plantas de pie silvestre logradas a partir de estacas que debían injertar en diciembre de este año y enero del próximo.
A esto se suma la pérdida de plantas de dos años en proceso de venta y plantas de un año que se debían comercializar en el año 2019.
Y si de complejizar la situación se trata, se han quedado sin material de propagación y multiplicación, porque resultaron afectadas plantas de dos años de las cuales se extraen yemas para injertado y estacas para pie de nuevas plantas.
Los productores consultados estiman que las plantas que sobrevivan difícilmente se puedan comercializar. La realidad los pone en la contradicción de que lo poco que les quede no se venderá para poder disponer de material que les permita continuar con la actividad ante la falta de recursos para adquirir estacas o yemas fuera de la provincia.
El Semiárido recorrió la zona y pudo constatar en diferentes domicilios que en algunos casos los daños fueron totales, tanto en lo que respecta a rosas cuanto en cultivos complementarios. En otros, fueron parciales. Sabido es que la piedra suele precipitarse por “mangas”, como se la denomina en el lenguaje cotidiano.
A la hora de especificar los daños causados por el meteoro, podemos decir que observamos mortandad de plantas de uno y dos años, mortandad de estacas próximas a injertar y seria afectación de las plantas y estacas que quedaron vivas. Se le suma el ataque de hongos.
El porcentaje de pérdidas se estima entre un 70 % y un 90 % en plantaciones de campo. Las oscilaciones dependen de la ubicación de los lotes. Se observa mayor incidencia en terrenos ubicados en el extremo norte, más próximo a Candelaria.
Las pérdidas de plantas en macetas varían entre un 30 y un 50 por ciento. Depende de la mayor o menor protección del sitio en donde estaban ubicadas.
En cuanto a los cultivos complementarios, los productores consultados reportaron que los zapallos del tronco en etapa de cosecha, el melón en el comienzo de fructificación, la sandía en etapa de floración y la batata, los daños fueron totales. Se puede observar en una de las imágenes que se incluyen en este informe que literalmente quedó todo a ras del piso.
Los frutales de carozo, algunas variedades en etapa de cosecha y otros en el inicio de la maduración sufrieron la pérdida total de los frutos. En pasturas de alfalfa, las pérdidas fueron totales, pero la existe la posibilidad de recuperación. Las plantas de moras sufrieron pérdidas parciales y los tomates en inicio de floración también tuvieron pérdidas totales.
Los daños producidos en los cultivos complementarios si bien son totales, al ser anuales no revisten la gravedad de los daños que sufrió el cultivo de rosas, cuyo proceso completo lleva tres años, como se lo ha dicho con anterioridad.