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«Más terneros, más producción, más aprendizaje»: un proyecto que une conocimiento y campo en la Escuela Técnica N°32 de Quines

Estudiantes de la Escuela Técnica N° 32 “Juan Pascual Pringles” presentaron en esa provincia su innovador proyecto “Más terneros, más producción, más aprendizaje”, que integra ciencia, biotecnología y trabajo en equipo para mejorar la productividad ganadera y el aprendizaje en el aula. La experiencia fue destacada entre las mejores del país y demostró el potencial de la educación técnica para transformar la realidad productiva local.

La Escuela Técnica N° 32 “Juan Pascual Pringles”, ubicada en San Miguel, Quines (San Luis), se convirtió recientemente en un ejemplo de cómo la educación técnica puede integrarse con prácticas reales del campo para ofrecer aprendizajes significativos y resultados productivos concretos. Bajo la dirección del médico veterinario y docente Jonathan Moyano, un grupo de estudiantes de 7° año llevó adelante el proyecto “Más terneros, más producción, más aprendizaje”, una propuesta que nació desde una necesidad concreta y derivó en un modelo pedagógico replicable y altamente valorado.

El proyecto no surgió de un laboratorio de ideas, sino de una práctica de rutina con el rodeo escolar. Durante una actividad de revisión sanitaria del rodeo —incluyendo tacto rectal, evaluación de la condición corporal y cronología dentaria— los alumnos y su docente detectaron un dato alarmante: de 23 vacas, sólo 12 estaban preñadas. Las otras 11 estaban vacías. Esta situación, lejos de quedar en una simple estadística, fue tomada como punto de partida para el trabajo académico y técnico.


“Soy profesor de reproducción animal, de procesos productivos y de prácticas profesionalizantes. Con los chicos empezamos a analizar ese número. Vimos si había relación con la edad de las vacas, su condición corporal, su historial reproductivo”, explicó Moyano. Esta inquietud no era nueva. En experiencias anteriores, incluso en campos privados de la zona, ya habían observado bajos índices de preñez, un problema que no es ajeno a la realidad nacional. “En Argentina, de un rodeo de 22 millones y medio de vacas, sólo nacen unos 14 millones de terneros. Es decir, 3 a 4 terneros por cada 10 vacas no nacen. Eso es gravísimo”, destacó el docente.

Frente a este diagnóstico, los estudiantes junto a sus docentes se plantearon dos caminos: descartar las vacas vacías, como se hace habitualmente en muchos campos, o bien aplicar una solución biotecnológica para intentar recuperar esos vientres. Eligieron lo segundo.

Así nació la implementación de un protocolo de sincronización de celos, diseñado y planificado por los propios alumnos en la materia de Reproducción Animal. Si bien la idea original era realizar inseminación artificial, la escuela no contaba con semen disponible. Entonces decidieron aplicar un “servicio dirigido”: colocar al toro en el momento justo, con las vacas sincronizadas hormonalmente.

Se trataron 11 vacas vacías. El protocolo incluyó la aplicación de dispositivos hormonales, seguimiento del celo y alimentación estratégica a base de maíz y soja producidos en la propia institución. El toro se mantuvo durante varios días junto al lote tratado, y luego se esperó el tiempo necesario para evaluar los resultados.

Gracias al ecógrafo con el que cuenta la escuela, se pudo diagnosticar precozmente. A los 45 días, se realizó la ecografía y la noticia fue alentadora: 8 de las 11 vacas estaban preñadas. A esos futuros terneros se suman los 12 ya confirmados al inicio, alcanzando un total estimado de 20 nacimientos, un aumento significativo en la productividad del rodeo escolar.

Aprender haciendo: un modelo pedagógico con impacto

Este proyecto, además de su impacto productivo, se convirtió en un claro ejemplo de aprendizaje basado en proyectos (ABP), una metodología que promueve la participación activa de los estudiantes en situaciones reales. “Lo más valioso no es sólo que conseguimos preñar más vacas. Lo importante es que los alumnos participaron del diseño, implementación, seguimiento y evaluación del proceso. Aprendieron a resolver un problema técnico real con conocimientos científicos y prácticos”, remarcó Moyano.

El proyecto integró diversas materias: desde reproducción y nutrición animal, hasta producción de forrajes, prácticas profesionalizantes y matemática. Incluso se trabajaron competencias comunicacionales, ya que el equipo elaboró presentaciones y expuso los resultados ante otras instituciones.

Si bien el proyecto no fue concebido originalmente para competir, cuando surgió la convocatoria del Congreso de Escuelas Agrotécnicas en Mendoza, el equipo decidió postularlo. Con todos los datos y resultados documentados, prepararon un resumen que fue evaluado a nivel provincial.

Entre todas las escuelas técnicas de San Luis que se presentaron, sólo dos fueron seleccionadas para viajar a Mendoza. Una de ellas fue la N° 32 de Quines, con “Más terneros…”. Los alumnos Dennis Chacón y Nelson López —abanderado y escolta de la bandera nacional— fueron los encargados de representar al grupo, aunque todo el curso trabajó en el proyecto. “Defendieron el trabajo con claridad, pasión y mucho compromiso. Fueron muy bien valorados”, contó Moyano. Según el balance de los organizadores, el proyecto también fue destacado entre los mejores de la instancia nacional.

Además de Moyano, participaron docentes de diversas áreas: ingeniero Said Tarazi, profesora Stefanía Corti, la profesora Marisa Valdez quien revisó la parte pedagógica, Brian Moreti en materia Digital y el ingeniero Carlos Lescano. También fueron fundamentales los obreros de la sección ganadera, quienes colaboraron en las tareas diarias del corral y manejo del rodeo.

“Este proyecto demuestra que con recursos locales y formación técnica se puede mejorar la producción, generar aprendizajes y motivar a los estudiantes. Y lo más importante: lo hicieron los chicos. Ellos detectaron un problema, analizaron causas, buscaron una solución, la aplicaron y midieron resultados”, resumió el veterinario.

Un mensaje para el sector productivo

El nombre del proyecto, “Más terneros, más producción, más aprendizaje”, no es casual. Busca llamar la atención sobre un problema estructural del sector ganadero argentino: los bajos índices de preñez. “Hay productores que ni siquiera hacen tacto. Y hay tecnologías disponibles, accesibles, que pueden ayudar a mejorar. Nosotros calculamos que el protocolo completo —hormonas, alimentación, seguimiento— tiene un costo de unos 55 mil pesos por animal. Pero hoy un ternero vale entre 350 y 450 mil. Es decir, con menos de un ternero recuperado, ya se paga toda la inversión”, explicó Moyano.

Para los estudiantes, esta experiencia significó mucho más que una nota o un premio: fue la oportunidad de aplicar lo aprendido, resolver un desafío real y comprobar que los conocimientos adquiridos pueden mejorar la realidad productiva de su comunidad.