Cuando se ingresa en el galpón la primera resonancia que aparece en el visitante es el orden conque están dispuestos los elementos. bolsas, tambores, alzas y cajones que esperan para ser pintados; alzas y cajones apilados con una meticulosidad que sorprende; sala de extracción con vestuario incluido que reúnen las exigencias del ente de control. Bien de ingeniero, como dice mi amiga Vero. Y no erra. El responsable y propietario del lugar es un ingeniero. en este caso, agrónomo.
Guillermo Cozzarín, de él se trata, abrió las puertas de su lugar elegido en el mundo para preparar y desarrollar su pasión profesional: la producción apícola. Mate de por medio recibió a «El Semiárido» para recorrer las instalaciones y sentarse a compartir una charla que se dividió en dos partes.
Una de ellas, referida a la muerte de millones de abejas en la zona de La Paz, los lectores ya la pudieron ver en nuestra página hace una semana (link: https://www.elsemiarido.com/guillermo-cozzarin-la-mortandad-de-abejas-en-la-paz-es-un-enorme-dano-ambiental-y-economico/). La otra, es de la cual nos ocupamos ahora y está referida a diferentes características de su actividad. El entusiasmo y el detalle cuidado de la información que transmite son dos características que se extienden a lo largo del diálogo.
Cuenta con una unidad productiva familiar. Dos integrantes trabajan junto a un personal permanente y uno estacional. La escala es de unas mil colmenas distribuidas en la zona de Villa Mercedes y en el Valle del Conlara. El sistema es sedentario. No hace transhumancia (transportar las colmenas de un sitio a otro) por los costos y los riesgos. con esta producción puede vivir de la apicultura.
Cuando se ingresa en los números de la producción y de la rentabilidad, Guillermo prefiere hablar de promedios desde lo social y no desde lo individual. En este sentido, considera tomar como base que la producción de miel por colmena es de 30 kilos, interproductores e interanual. aunque reconoce que puede haber años con producciones que superen los 60 kilos y otros que no lleguen a 30.
En este aspecto resulta práctico referenciarse con la historia. en los años ’60 la producción por colmena llegaba sin problemas a los sesenta kilos. Pero los cambios en los ecosistemas, sobre todo por la pérdida de diversidad de cultivos, mezclados con la tala del monte, bajaron notablemente el rendimiento. «La abeja necesita de una alta diversidad biológica para sobrevivir; nutrientes a lo largo del año, que hoy faltan. Si no estuviese el apicultor al lado para cuidarlas sería un problema la subsistencia», afirma el productor.
Cozzarín rescata que mucha gente se dedique a la producción apícola. Lo considera como un «hecho cultural» más que una intencionalidad por el negocio. Esta afirmación la formula a partir de que la mayoría son productores muy pequeños, «casi hobbystas», explica. Inclusive, aquéllos que se mudaron del campo a centros urbanos siguieron la ligazón con el ámbito rural mediante la conservación de colmenas.
Algo que caracteriza al sector es la variabilidad de los precios. En nuestro país se rigen a escala internacional. Eso se suma a los vaivenes del valor del dólar acá, lo cual es redundante explicar. Entre ambos forman un cóctel que al productor de miel lo pierde en la maraña de los costos – beneficios.
Guillermo produce en forma individual pero forma parte de la Cooperativa Apícola Río Quinto junto a otros 15 productores. Es el tesorero.
La mayor parte de la miel que produce la Cooperativa Apícola Río Quinto se vende al exterior, a granel. Juntan la producción para armar más volumen y venden en conjunto. Hay que recordar que la miel a granel tiene un arancel (17%) y la envasada otro muy diferente (35%), lo cual hace difícil la instalación del producto en las góndolas de países desarrollados.
Estos últimos años están fortaleciendo la venta en el mercado interno a través de la presencia en ferias e impulsados por el refuerzo que significó la implementación de la «Semana de la miel», lo cual les hizo tener notoriedad pública de los productos a través del stand que arman en plaza Pedernera, de explicar a quienes se acercan para que conozcan las propiedades del producto y de charlas públicas de las que participan representantes de diferentes organizaciones del medio.
Un aspecto que tiene en claro el interlocutor es que si nuestro país pretende mantenerse y ampliar su venta en los mercados foráneos -sobre todo, recuperar Europa- deberá cumplir con las normas internacionales de trazabilidad.
Esto implica que el productor va a tener que adherir a un sistema único de registro de la AFIP, que funciona on line, donde se vinculan el apiario y la sala de extracción registradas con el ente estatal. De allí se genera un sistema formal que se transfiere al comprador, quien puede seguir la trazabilidad del producto en todas sus etapas.
Los integrantes de la Cooperativa están en condiciones de cumplir con estos requisitos. Aunque Cozzarín reconoce que muchos productores van a quedar afuera de este sistema porque no podrán cumplir con las obligaciones planteadas. Deberán conformarse con la venta en el mercado interno.
En la Cooperativa Río Quinto la mitad de los integrantes son de pequeña producción, la otra mitad medianos y grande. Sólo 4 de los 16 tienen a la apicultura como actividad principal. El resto la tiene como complemento. Un productor mediano es el que tiene entre 300 a 500 colmenas. Uno grande, por encima de ese número. Ninguno de ellos tiene más de mil colmenas. A partir de allí cambia la escala familiar por la empresaria.