La preocupación por la calidad el agua con que se debe abastecer a las comunidades del centro del país es una constante para El Semiárido. Hemos publicado varias informaciones referidas al tema. En Coronel Moldes hay un ejemplo sobre cómo quitan el flúor y el arsénico al agua para transformarla en potable y abastecer a la población. Esta nota con el ingeniero Crespi, responsable de la planta potabilizadora de esa localidad, aporta conceptos técnicos que consideramos son de vital importancia para un emprendimiento de este tipo.
«El principal valor es que le estamos dando agua potable a toda la población de la localidad». La frase pertenece al ingeniero Gabriel Crespi, responsable técnico de la planta potabilizadora de agua de Coronel Moldes, Córdoba, obra que se inauguró hace poco más de dos años. La obra estuvo a cargo de «Moldescoop» la Cooperativa de Electricidad, Obras y Servicios Públicos.
Hizo la salvedad que se observa que hay pobladores que hacen uso racional del agua y otros no. «En verano muchos la utilizan para regar y eso no se debe hacer», puntualiza el profesional que sufre al ver estas actitudes -además del llenado de piletas o el lavado de autos o veredas- dado lo costoso que es obtener el agua potable, tanto desde lo técnico cuanto desde lo que implican los costos.
«Nosotros tenemos una sola red que conduce el agua a los hogares de la ciudad. Entonces, desde cualquier canilla que se abra sale agua potable», subraya y acota: «la concientización es muy complicada si no le tocás el bolsillo. Parece la única forma para que se entienda lo complejo que es la obtención de agua potable en esta zona».
Desde octubre de 2016 en la ciudad de Coronel Moldes, ubicada 75 kilómetros al sur de Río Cuarto, funciona una planta potabilizadora de agua donde a través del proceso Arcis de la Universidad Nacional de Rosario se extrae el arsénico y el flúor que están por encima de los valores admisibles.
Tanque para el Policloruro de aluminio, uno de los químicos utilizados
La planta funciona durante las 24 horas, con un bombeo promedio en el año cercano a los tres millones de litros por día, con picos en el verano y descenso en el invierno. Todo se controla desde un «cerebro electrónico» mediante sensores distribuidos estratégicamente en diferentes sectores de la planta, que transmiten la información en tiempo real a quienes tienen la responsabilidad de control.
Se utilizan diferentes químicos para el tratamiento del agua. A modo explicativo, el cuagulante es el policloruro de aluminio. Para remover el flúor hay que bajar el PH del agua. Esa acción se realizaba con dióxido de carbono o gas carbónico. También se utiliza la soda cáustica o hidróxido de sodio y cloro.
¿Cómo funciona? El agua ingresa en la planta con un nivel de PH 8; mediante el gas carbónico se lo bajaba a 6,6 para eliminar el flúor; después se lo vuelve a subir a 7 para realizar el tratamiento de quita de arsénico, mediante el uso de policloruro de aluminio. Dato importante: todo cotiza a valor dólar.
Nótese que en una parte decimos se «bajaba el PH con gas carbónico». Esa acción desde hace dos meses ha cambiado.
El ingeniero Crespi comentó que poco tiempo atrás recibieron la visita de técnicos de la Petroquímica de Río tercero. En ese intercambio de análisis técnico entre los profesionales de la Petroquímica con los de la Cooperativa, «nos sugirieron que en vez de utilizar el gas carbónico para bajar el PH del agua, lo hiciéramos con ácido clorhídrico, cuyo valor en el mercado es mucho más reducido que el gas».
«cerebro» de control digitalizado del funcionamiento de la planta, en tiempo real.
Después de varias visitas y de realizarse diferentes pruebas se optó por cambiar del gas al ácido para bajar el PH. Para lo cual hubo que instalar un nuevo tanque de almacenamiento y efectuar una modificación en el sistema de bombeo.
La incorporación de este químico implicó dos fortalezas: desde lo técnico se llegó a bajar el PH a 6, el número óptimo que se buscaba y no se obtenía con el gas; y desde lo económico se redujeron los costos en un 70 por ciento. Que quede claro: ese 70% es sólo en el reemplazo del ácido clorhídrico por el gas carbónico.
El otro aspecto positivo que se sumó es que los otros químicos que necesita la planta para funcionar también los comercializa esta petroquímica. En estos productos lograron reducir los costos un 20 por ciento promedio. Cuando se habilitó la planta en 2016 no había posibilidad de comprar directamente a la fábrica.
«como conclusión de este aspecto puedo decir que estamos funcionando mejor que antes porque se ha logrado bajar el PH de ingreso del agua en la planta. Esto permite un mejor tratamiento», sostiene el ingeniero Crespi.
Respecto del comportamiento social, reiteró que falta concientización. En este sentido señaló que cuando pasan varios días que no llueve el consumo sube exponencialmente porque la utilizan para riego. También para llenar las piletas y para lavar los autos. Acciones que se podrían suplir por agua sin tratamiento.
«Tuvimos muchas visitas de los colegios. Hablamos con los chicos y tratamos de crear conciencia en ellos para que a su vez lo transmitan en sus hogares», dijo.
Con la experiencia acumulada en este tiempo, el ingeniero Crespi recomienda la instalación de este tipo de plantas potabilizadoras para el tratamiento del flúor y el arsénico para poblaciones de aproximadamente diez mil habitantes. No obstante, analiza que le haría algunos cambios o estudiaría otros métodos como es de electrólisis, que es un sistema similar, pero con variabilidades que facilitan el trabajo en planta.
Producción de El Semiárido.