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El Herbario del INTA San Luis: una joya científica que preserva la biodiversidad vegetal del centro del país

El herbario del INTA San Luis no es solo un espacio de frascos y papeles prensados: es un archivo vivo del territorio, un puente entre el conocimiento tradicional y las herramientas modernas de identificación y clasificación vegetal.

Ubicado en la Estación Experimental Agropecuaria de Villa Mercedes, el herbario del INTA es un espacio silencioso pero vital en la investigación y preservación de la flora regional. Con cerca de 4.000 ejemplares recolectados a lo largo de décadas, representa no solo una herramienta científica de incalculable valor, sino también un testimonio del vínculo entre la biodiversidad vegetal y las actividades productivas del centro del país. Su actual responsable, el ingeniero agrónomo Daniel Arroyo, lidera con dedicación la tarea de sostener, modernizar y proyectar este reservorio botánico hacia nuevas dimensiones.

El herbario tiene sus raíces en la década del 60, cuando el investigador estadounidense Anderson, enfocado en el desarrollo ganadero, comenzó a recolectar plantas como parte de sus estudios en los pastizales del sur de San Luis y el Caldenal. Lo que empezó como una labor de campo orientada al conocimiento de las especies forrajeras, derivó en una colección sistemática de ejemplares que constituyeron la base del herbario.


Hasta su regreso a Estados Unidos, a principios de los años 80, Anderson estuvo al frente del proyecto. Luego, el herbario atravesó un periodo de inestabilidad hasta que el ingeniero Giulietti retomó su gestión y logró mantenerlo activo por un tiempo. Sin embargo, la falta de personal abocado al tema y el desinterés institucional por la colección en ciertos periodos pusieron en riesgo su continuidad.

En 2006, Daniel Arroyo llegó a la Experimental como becario. Con formación previa en botánica y experiencia práctica adquirida en la Universidad Nacional de La Rioja, comenzó a involucrarse progresivamente en el herbario, mientras desarrollaba su tesis de grado. Tras la jubilación de Giulietti, Arroyo quedó como único responsable de la colección.

“Lo fui manteniendo como podía. Siempre que se me presenta la oportunidad, aprovecho para salir a recolectar, para sumar ejemplares. Y también busco colaboraciones con otras agencias o investigadores que puedan aportar”, explica.

Además, impulsó la digitalización del herbario a través del desarrollo de un sitio web donde se sistematice toda la información de los ejemplares recolectados: su origen, propiedades y potencial de uso. Sin embargo, problemas de seguridad informática —dos hackeos sufridos por la red del INTA— detuvieron momentáneamente el avance del proyecto. “Lo tengo casi todo armado, pero está guardado esperando el momento oportuno para volver a ponerlo en línea”, señala.

Una de las fortalezas más destacables del Herbario del INTA San Luis es su inclusión en el Index Herbariorum, la base de datos global que reúne a todos los herbarios del mundo. Bajo la sigla BMSL, la colección figura oficialmente entre las instituciones reconocidas internacionalmente, lo que otorga un respaldo clave para la publicación de trabajos científicos y la participación en redes de colaboración.

La colección cuenta con aproximadamente 4.000 ejemplares, que abarcan 942 especies, distribuidas en 486 géneros y 91 familias. Cerca del 40% de los ejemplares son gramíneas, reflejo del enfoque histórico en la ganadería regional. “No todas tienen valor forrajero directo, pero todas son importantes desde el punto de vista ganadero, ya que coexisten, interactúan y compiten con las especies deseadas. Conocerlas es el primer paso para una gestión adecuada del campo”, sostiene Arroyo.

La conservación de un herbario implica desafíos técnicos importantes. La temperatura ideal ronda los 15 grados, algo fácil de mantener en invierno, pero problemático en los veranos de San Luis, donde el termómetro puede superar los 40 grados. “Ahí necesitamos aire acondicionado a pleno todo el día”, comenta el ingeniero.

El control de insectos también es crucial. Se emplean métodos como el uso de naftalina, insecticidas suaves y freezers para interrumpir los ciclos biológicos de posibles plagas. La humedad, aunque no tan problemática en San Luis como en otras regiones del país, también debe mantenerse baja para evitar la degradación de los ejemplares.

Una lupa estereoscópica para mirar más allá

Recientemente, el herbario incorporó una herramienta clave: una lupa estereoscópica con cámara incorporada. Esta “joya tecnológica” permite observar estructuras morfológicas diminutas con gran precisión, proyectar la imagen en una computadora y tomar fotografías digitales de alta calidad. “Nos facilita muchísimo la identificación de especies complejas. A veces no sabemos con certeza qué recolectamos hasta observarlo bien con esta lupa. Y cuando no podemos resolverlo acá, recurrimos a otros herbarios con especialistas en grupos particulares”, explica Arroyo.

Si bien el herbario nació con una mirada ganadera, en las últimas décadas el avance de la agricultura en San Luis abrió nuevas líneas de trabajo. “Hicimos un libro de malezas basado en nuestras investigaciones. Teníamos tantas fotos y tantos censos que decidimos volcarlos en una publicación útil para técnicos, productores y estudiantes”, cuenta. Ese libro, realizado junto al ingeniero Garay y otros investigadores, hoy es ampliamente utilizado en cátedras universitarias de la región.

Además, el herbario forma parte de la Red Argentina de Herbarios y está contribuyendo a la conformación de una Red de Herbarios del INTA, lo cual abre nuevas oportunidades de intercambio científico y académico.

En palabras de su responsable: “El valor del herbario está en llegar al nombre de la planta. Una vez que tenés eso, todo lo demás se abre: su uso, su ecología, su rol en el ecosistema. Pero el primer paso es siempre saber qué es lo que estás viendo”.

Y ese saber, a menudo invisible, es el que Daniel Arroyo, junto con un puñado de colaboradores, se empeña en preservar, ampliar y compartir. Porque detrás de cada planta prensada hay un paisaje, una historia productiva y una ciencia que florece en silencio.