El establecimiento del paraje Santa Rosa, departamento Pueyrredón, fue confirmado como beneficiario del financiamiento que permitirá consolidar un modelo de manejo del bosque nativo con ganadería integrada, bajo los lineamientos de la Ley de Bosques.
El establecimiento del paraje Santa Rosa, en el departamento Pueyrredón, fue confirmado como beneficiario del Proyecto Pago por Resultados REDD+ Argentina. La iniciativa permitirá profundizar un modelo de manejo del bosque nativo con ganadería integrada, priorizando la conservación, el uso responsable del recurso y la sostenibilidad a largo plazo.
La cuarta reunión del Consejo Consultivo Local (CCL) marcó un punto de inflexión para dos establecimientos rurales del departamento Pueyrredón. Allí se confirmó que los campos “Santa Marta” y “El Valentino” recibirán financiamiento en el marco del Proyecto Pago por Resultados (PPR) REDD+ Argentina, una herramienta clave para avanzar en la implementación efectiva de la Ley Nacional de Bosques Nativos N.º 26.331.
La reasignación de fondos fue posible luego de que el Consejo Federal de Medio Ambiente (Cofema) revisara el estado de ejecución del programa a nivel nacional y detectara medidas no implementadas en otras provincias. En ese contexto, San Luis fue beneficiada con la asignación equivalente a una medida de Manejo de Bosques con Ganadería Integrada (MBGI), que será distribuida entre dos ideas-proyecto ya aprobadas por el Comité Técnico Provincial.
Uno de esos proyectos es el que se desarrolla en el establecimiento “El Valentino”, un campo de 320 hectáreas ubicado sobre la ruta 3, frente a la escuela del paraje Santa Rosa. De esa superficie total, alrededor de 200 hectáreas corresponden a bosque nativo, clasificadas como Categoría III (Verde) según el Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos (OTBN) provincial, lo que habilita su uso productivo bajo criterios estrictos de sostenibilidad.
La principal actividad del campo es la cría vacuna, basada en el aprovechamiento de pastizales naturales dentro del monte. Durante el verano, el sistema se complementa con la implantación de verdeos. principalmente sorgo forrajero, en las chacras del establecimiento, una práctica pensada estratégicamente para permitir el descanso del pastizal natural y evitar la sobrecarga del bosque.




“Siempre trabajamos con la idea de no exigirle más al campo de lo que puede dar”, explicó a Todo Un País Guillermo Valentino, propietario del establecimiento, al relatar la historia de una explotación familiar que lleva más de 45 años en manos de la misma familia. “No quiero sobrecargar el monte ni aumentar la cantidad de animales si el campo no lo soporta. Prefiero menos cabezas, pero bien manejadas, y animales de buena calidad”.
Actualmente, El Valentino mantiene entre 50 y 60 cabezas de ganado Hereford, orientadas principalmente a la producción de terneros, que se venden con pesos moderados para evitar un impacto negativo sobre el ambiente. “El objetivo nunca fue maximizar la producción a cualquier costo, sino sostener el sistema en el tiempo”, resumió.
El corazón de la propuesta aprobada por el CCL es la conservación del monte nativo. El campo cuenta con una importante presencia de quebracho blanco, un recurso que históricamente fue cuidado con prácticas de bajo impacto. “Siempre fuimos muy acotados con el uso del monte. Sabemos lo que tenemos y lo que significa perderlo”, señaló Valentino.
El proyecto MBGI viene a consolidar esa visión, incorporando criterios técnicos y acompañamiento estatal para mejorar el manejo integral del predio. Entre los ejes centrales se encuentra el control de la carga animal para reducir riesgos de degradación, el mantenimiento de picadas bajo normativa vigente y el uso del ganado como herramienta para manejar la acumulación de materia orgánica, reduciendo así el riesgo de incendios forestales.
“En un primer momento la idea era no permitir el ingreso de animales al monte, pero surgió una preocupación lógica, como la acumulación de material seco podía transformarse en un peligro”, relató el productor. Tras gestiones conjuntas entre técnicos provinciales y Nación, se habilitó un ingreso controlado del ganado, entendido ahora como una herramienta más dentro del esquema conservacionista.
Inversión que queda en el campo
El financiamiento que llegará a El Valentino no será un ingreso directo para el productor, sino que se traducirá en mejoras estructurales del establecimiento. Renovación de corrales, optimización del sistema de agua, posibles reparaciones o reemplazo del tanque australiano y fortalecimiento de la infraestructura productiva forman parte de las inversiones previstas, siempre definidas de manera consensuada entre los organismos técnicos y el propietario.
“Es un alivio enorme. Como tener aire acondicionado en pleno verano”, graficó Valentino: “Uno quiere progresar, mejorar, pero hoy los costos son altísimos y el acceso al crédito no es una opción para muchos. Esto permite seguir apostando al campo sin poner en riesgo el equilibrio económico ni ambiental”.
La experiencia de El Valentino refleja una nueva mirada sobre el campo sanluiseño, producir, sí, pero con el bosque como aliado y no como víctima. La ganadería integrada al monte, bajo reglas claras y acompañamiento técnico, se posiciona como una alternativa viable para sostener la actividad rural, cuidar los recursos naturales y cumplir con la normativa ambiental vigente.
En tiempos donde la sustentabilidad dejó de ser un concepto abstracto para convertirse en una necesidad concreta, proyectos como este muestran que es posible imprimirle al campo una visión distinta, conservar para producir y producir para que el monte siga en pie.
Un campo heredado y una vida marcada por la familia
Para Guillermo Valentino, el campo no es solo una unidad productiva, es una herencia cargada de historia familiar. La propiedad, conocida en la zona como Los Quebrachos, pertenece a su familia desde hace más de 45 años y siempre fue trabajada de manera íntima y austera, con el esfuerzo directo de sus padres y su hermana. “Cuando mi padre vivía, el campo estaba en manos de las mujeres de la familia, mi madre y mi hermana”, recuerda, subrayando un modo de vida donde el compromiso familiar suplía la falta de grandes recursos.
Ese legado atravesó el tiempo, incluso cuando la tierra debió dividirse por cuestiones de herencia. Hoy, Guillermo continúa ligado al campo en soledad, manteniendo instalaciones antiguas, algunas con más de seis décadas, “como se puede”, con arreglos mínimos y mucha dedicación personal. No es un lugar pensado para la comodidad, sino para sostener una forma de vida que él eligió preservar.
En lo personal, Valentino tiene 55 años, está divorciado y es padre de una hija de 18 años, a quien define con orgullo como una excelente estudiante y abanderada por su rendimiento académico. Desde hace más de una década comparte su vida con su actual pareja, una profesora de Educación Física oriunda de Buenos Aires, con quien formó una familia ensamblada junto a las dos hijas de ella.
El apego a valores sencillos atraviesa tanto su vida personal como su manera de administrar el campo. Guillermo nunca tomó créditos y mantiene una filosofía heredada de su padre: “Tenés que saber hasta dónde llegar”. Esa enseñanza, dice, guía cada decisión, tanto en lo económico como en lo cotidiano.
Más allá del trabajo rural, conserva una pasión que lo acompaña desde la infancia, el triatlón. Con varios podios logrados, ese deporte sintetiza, de algún modo, su perfil personal, constancia, esfuerzo individual y una relación directa con el sacrificio, valores que también marcan su historia familiar y su vínculo con la tierra.











