El secreto para un suelo arenoso, como los de San Luis, es introducir cultivos de maíz y gramíneas para lograr una estructura saludable, pero también aplicar tecnología y estrategias para “cosechar agua” y conservar cobertura en la agricultura
Este manejo es el que realiza el ingeniero Agrónomo Ramiro Goncalvez en los campos que asesora y que recorrió con El Semiárido, ubicados mayormente entre El Amparo y La Petra, a unos 30 kilómetros al este de la capital puntana.
“Hay lugares en Estados Unidos que tienen 20 años de maíz; yo en El Amparo tengo lotes con cuatro años de maíz sobre maíz; es el cultivo para mi gusto y mi poco entender que mayor estabilidad productiva tiene en esta zona”, disparó el profesional que es crítico de algunos conceptos tradicionales de la agronomía.
Animado por la gran humedad que dejaron las últimas lluvias, Goncalvez atravesó pacientemente cada lote para profundizar en su afirmación: “Lo mejor que puede tener un suelo arenoso como los nuestros es estructura y una estructura en un edificio se hace con hierro y en el suelo se hace con arcilla y como nosotros no tenemos arcilla, lo que podemos hacer es establecer estructuras con raíces”.
Para el ingeniero agrónomo, lo mejor que hay para estos suelos son sorgo, maíz y verdeo de invierno.
“Como nosotros tenemos agua en verano, podemos cosechar esa agua que se transforma en grano en verano, así que hacer maíz sobre maíz no debería tener ningún problema”, insistió.
Claro que recomendó al mismo tiempo usar herbicidas que maten al maíz anterior. Genéticamente, distintos tipos de maíces tienen diferentes eventos, como los que toleran ciertos herbicidas, recordó.





Cosechar agua
Entre las ventajas se hacer maíz sobre maíz que destacó, sobresalen la generación de cobertura y la “cosechade agua”, con especial interés en esta última. El agua se pierde por varias razones. Cuando llueve se evapora, corre por pendiente o se infiltra, señaló.
“En líneas generales, si llueven 10 milímetros, voy a tener 10 centímetros mojado. En los suelos más arenosos, necesito 0,8 milímetros para mojar un centímetro. Si llevo esto hasta un metro, tengo suelos que tienen 70 milímetros de agua útil, que la planta la puede tomar. Y en los lugares más bajos, puedo ir hasta 100 milímetros por metro. Entonces, si mi planta explora dos metros de perfil, en líneas generales, de fecha a fecha, yo tengo 200 milímetros. El cultivo necesita 500, entre comillas, y el 40% del rendimiento depende de mí”, explicó.
Agregó que, en la zona, de los 7 mil kilos promedio de rinde de maíz por hectárea, dependen únicamente de la persona que definió el manejo de ese lote en cuanto a herbicidas, fertilizantes, semillas, alquiler y demás.
“Hoy los costos de cultivar maíz están los 3 mil kilos, por lo que tengo injerencia directa sobre eso. Si llueven 20 milímetros y se mojan 20 centímetros, tengo un lote pelado, que además si hay ata temperatura ese perfil se me seca; ¿Cómo corto eso? Tapándolo, con lo cual evito que se evapore el agua con la cobertura y a su vez disminuyo la escorrentía”, detalló.
La idea es que el suelo “no se vea”. Al tener cobertura, la humedad con las lluvias de agosto se conserva más, estirando una semana el plazo para sembrar. Las variables que se contempla Goncalvez son muy ajustadas: “No es lo mismo tener 7 días para sembrar que tener 10 o 15. Y eso en un lugar donde el periodo libre de heladas tiene 150 días, que va de noviembre a febrero, y los cultivos entra en todo su ciclo en 120 a 130 días; pero claro, estamos en el semiárido, en un lugar 100% ganadero donde hacemos agricultura”.




La innovación tecnológica en la agricultura, con fertilizadoras incorporadas para optimizar el uso de recursos, es un aspecto que Goncalvez le dan un gran valor.
Destacó la importancia de las fertilizadoras incorporadas para reducir las pérdidas de nutrientes en la agricultura: “Estas máquinas pueden minimizar la volatilización del nitrógeno entre un 40 y un 60%, y asegurar que los nutrientes permanezcan cerca de las raíces, mejorando su absorción y reduciendo las pérdidas”.
Los beneficios económicos y ambientales de esta tecnología son significativos, ya que puede generar ahorros de hasta 43 dólares por hectárea y minimizar el impacto de los fertilizantes en el agua y los ecosistemas, comentó.
El último lote del recorrido está en la etapa final de la siembra. El contratista Jeremías Abate Daga, de Zucco, Córdoba, hacía los últimos ajustes en las pantallas del tractor para reanudar la siembra y fertilización variables, la tecnología que llegó para cosechar agua y conservar cobertura.
Comentó su experiencia en la agricultura y describió la sembradora que utiliza, que cuenta con tecnología de siembra y fertilización variables. También mencionó que han adaptado la máquina para reducir el consumo de aceite y mejorar su eficiencia. Detalló el circuito hidráulico de la máquina y cómo han instalado un sistema aparte para la siembra variable.