Con una caída en el volumen de producción de cereal, el año comenzó con tensiones entre molinería y exportación. Las asperezas fueron cediendo en el marco de la Mesa de Trigo, en donde se busca generar un acuerdo de precios
Mientras el Gobierno nacional busca generar acuerdos de precios para controlar la inflación en alimentos y sostiene que la suba de los precios en los commodities impacta en el mercado interno, la industria molinera participa de la Mesa de Trigo, un espacio de diálogo con la Casa Rosada para buscar soluciones en este camino. En paralelo, esta industria señaló que necesito una readecuación en los precios de venta al público de los productos alcanzados por el programa Precios Máximos.
Diego Cifarelli, presidente de la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM) señaló que mientras el trigo –insumo estratégico de los molinos harineros- aumentó un 74% en el último año, los productos de esta industria alcanzados por Precios Máximos registraron un incremento de 9%. “Esto golpea muy fuerte, pero trabajamos junto al Gobierno para que las empresas puedan seguir funcionando con normalidad”, reconoció el directivo, en diálogo con No Pasa Nada, por FM Concepto.
A este desfasaje entre el valor de la materia prima y el precio en góndola, se suma la preocupación por el costo de las tarifas de energía, rubro que registrará incrementos durante 2021. “Nuestra industria es una amplia tomadora de energía eléctrica, ¿cómo hacemos para no llevarlo al precio de la harina?”, advirtió. Más allá de esta situación puntual, el titular de FAIM valoró el espacio de diálogo que se abrió con el Gobierno, en donde participan las carteras de Agricultura, Comercio Interior y Trabajo, entre otras.
Cosecha de trigo
Con una cosecha de trigo 2020/21 que fue de 17 millones de toneladas, en los primeros meses de este año hubo algunas tensiones entre molinería y exportación a la hora de hacerse de materia prima, que pudieron ser superadas. En líneas generales, en el primer trimestre se genera la mayor disponibilidad de cereal. “En el último enero y ante la incertidumbre, el productor decidió preservar la venta para otro momento”, afirmó Cifarelli.
Esta situación implicó salir a competir con los exportadores, que a diferencia de los 150 molinos que existen a nivel nacional, cuentan con otro poder de fuego a la hora de los negocios. “Ahí empezaron las Mesas de Trigo, hoy nos abastecemos con un precio alto, pero lo hacemos y se pudieron aquietar estas tensiones”, recordó. Y agregó: “El primer paso es que el trigo que necesita la molinería no se venda al exterior”.
Ante esta situación, Cifarelli destacó la creación de mecanismos para la compra venta de granos, como el PAF Garantizado, creado por Matba-Rofex. “Es una herramienta extraordinaria, porque nos permite hacernos de cereal ante determinadas circunstancias”, ponderó.
El precio del pan
En materia de formación de precios, una de las líneas discursivas de la Casa Rosada señala que el alza de los precios internacionales de los granos repercute en las góndolas. En este punto, el presidente de FAIM observó que, a partir del incremento de otros costos de producción, la harina fue relegando su participación en el precio final de los panificados. Así, calculó que la incidencia conjunta de harina y trigo no supera el 18%, con un kilo de harina que vale entre 32 y 34 pesos y comercios que –en promedio- venden el pan a 150 pesos el kilo.
Un dato para tener en cuenta es que los insumos de estos molinos son a valor dólar, salvo la energía eléctrica y los salarios. Como ejemplo, el material de la bolsa de harina de 25 kilos tiene un costo de 48 centavos de dólar, que hace tres meses era de 42 centavos.
La molinería argentina cuenta con una capacidad instalada de 13 millones de toneladas y cada año procesa 6,5 millones de toneladas, que cubre los requerimientos anuales de elaboración de panificados. En marzo del año pasado, este sector fue declarado esencial por el Gobierno, y según resumió Cifarelli, el abastecimiento de harina se generó sin problemas, en un escenario de aumento en la demanda de los hogares y una retracción en el consumo por parte de restaurantes, hoteles y panaderías.











