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Tensa reunión en un organismo que debe decidir si acepta importar una vacuna contra la aftosa

En medio de la polémica que se generó por el precio de la vacuna contra la fiebre aftosa a los bovinos, con quejas que apuntan a que los precios locales están el doble más caros que en la región y tras pedidos de diputados para que se facilite la importación, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) pedirá informes técnicos y luego decidirá si abre el ingreso de dosis del exterior. Esto fue lo que trascendió tras un encuentro que el organismo sanitario mantuvo esta mañana con laboratorios veterinarios. La reunión tuvo momentos tensos, según contaron.

La cita fue a las 9.30 con carácter urgente. Estuvieron las máximas autoridades del organismo sanitario, los laboratorios que ya producen la vacuna en el plano local y una firma que quiere traerla desde Brasil. Los primeros en llegar a la sede del organismo sanitario en Paseo Colón fueron los representantes del laboratorio Biogénesis Bagó [de las familias Sigman Gold y Bagó, con un 50% cada una] y del Centro Diagnóstico Veterinario (CDV), que comercializan en el mercado argentino y se sentaron en un bar. También estaba con ellos un directivo de la Cámara Argentina de la Industria de Productos Veterinarios (Caprove). Preparaban con mucha precisión una defensa colegiada de un negocio que representa 150 millones de dólares anuales, más de US$2000 millones en lo que va del programa en más de 20 años. La Argentina es ante los mercados de la carne libre de la enfermedad con vacunación, salvo la Patagonia, que es por su condición sanitaria sin vacunación.

Luego llegó la otra parte, Tecnovax, que quiere que le autoricen la importación y busca que cada dosis cueste la mitad de lo que compran hoy los productores. Se saludaron con una aparente simpatía y, después de unos minutos, a todos los hicieron pasar a la sala de reuniones, donde aguardaban Pablo Cortese y Sergio Robert, presidente y vicepresidente del organismo sanitario, junto a técnicos y directivos del área.

Senasa abrió la reunión diciendo que estaba queriendo aggiornar y alinear la política local con la regional que se está utilizando actualmente en Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia, pero que necesitaba conocer en profundidad las cuestiones técnicas. Vale recordar que tanto en la región como en el mundo se usan vacunas bivalentes con dos cepas versus cuatro en la Argentina.

Luego le dieron la palabra a cada uno de los presentes. Le tocó empezar al presidente de Tecnovax, Diego La Torre, quien dio detalles de su posición. Días atrás había enviado una carta al organismo para traer de Brasil unas 15 millones de dosis a US$1, por debajo de los US$2 que se vende en el mercado local.

Según pudo reconstruir LA NACION, La Torre hizo una defensa de lo que es la vacuna bivalente y de la importancia de que se pudiese facilitar de esta manera a un “excelente componente técnico y la concurrencia de más competidores”.

“Esto es necesario fundamentalmente para descentralizar la oferta que está produciendo un precio escandaloso y con abusos de posición monopólica, en detrimento no solamente de los 200.000 productores, sino también de toda la cadena comercial”, les aseguró a los presentes.

Explicó que el meollo de la cuestión se dio a partir de la incorporación de una cepa llamada A2001, que sería “la piedra angular de la batalla”.

“En el único lugar del mundo que se produce y se usa es en la Argentina. Esa cepa es una cepa de aislamiento argentino que se usa en el país y no se manipula en otros países del mundo porque hay riesgo de bioseguridad, hay miedo que se escape y que genere un brote”, les dijo. En rigor, la vacuna local que se aplica solo a especies bovinas y bubalinas contiene las cepas O1 Campos, A24 Cruzeiro, A Argentina 2001, C3 Indaial (tetravalente). El programa se lleva adelante a través de fundaciones creadas a ese efecto, sociedades rurales y también unas pocas veterinarias autorizadas a comercializarlas.

En ese escenario, les señaló que esto “confiere a los oferentes locales un monopolio técnico o regulatorio que hace que no puedan llegar vacunas importadas”. Su postura fue que hubo cuestiones técnicas que derivaron en un monopolio y esas cuestiones fueron “en gran medida influenciadas por los fabricantes”.

Luego llegó el turno de que los laboratorios fabricantes defiendan su posición. Los que hablaron fueron el director de Operaciones de Biogénesis Bagó, Rodolfo Bellinzoni, y el gerente General de CDV, Juan Roo. Destacaron que la vacuna de dos cepas que se usa en la región “no era tan buena”. Describieron cómo fue su trabajo durante más de 20 años en la erradicación de la enfermedad y argumentaron que poseen la mejor vacuna antiaftosa del mundo.

Según trascendió, la reunión se volvió “muy picante”. Los que estuvieron presentes hablaron de una “lucha encarnizada”. Desde la compañía Tecnovax plantearon a las otras empresas por qué si a Brasil, Uruguay y Paraguay exportan dosis con dos cepas acá se empeñan en hacerlo con cuatro cepas.

“Están defendiendo, a través de un artilugio técnico, un monopolio. De esa manera, asegurarse que son los únicos oferentes que pueden cumplir con ese requerimiento. Acá la venden a dos dólares y la exportan a US$0,35″, dijeron. “No te contesto por que hay mujeres presentes”, contestaron desde otra firma.

Ante cada encontronazo los directivos del Senasa buscaban calmar las aguas, dándole participación a cada uno por vez para que la situación no se desmadre y vuelva a su curso.

También tuvieron su tiempo de exposición los técnicos del laboratorio del Senasa y expertos de epidemiología donde la gente de la Dirección de Sanidad Animal del organismo sanitario se mostró proclive a tener una vacuna alineada con el resto de la región.

Luego de una hora y media de reunión, el organismo les dijo a los presentes que, sin meterse en el plano comercial y respetando a raja tabla el status sanitario alcanzado por el país evaluarán y pedirán los informes técnicos y que, una vez que estén todos ellos, se tomará una decisión al respecto en virtud a lo técnico. Es decir, si se podrá importar.

Mariana Reinke, La Nación