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Rodrigo Becerra, el «constructor» de sistemas pastoriles de San Luis

Tras un extenso recorrido y el ojo afilado para mejorar campos ganaderos, Rodrigo Becerra consolidó una empresa que asesora en proyectos de gestión de sistema pastoriles, mayormente ubicados en la provincia de San Luis.
Además de ingeniero Agrónomo, Rodrigo Becerra es especialista en sistemas pastoriles y coach, conocimientos que le permitieron armar sólidos equipos de profesionales para brindar prescripciones que desde hace poco incluyen trabajos con drones equipados especialmente con cámaras multiespectrales que trabajan en diferentes bandas y que no solo realizan un papeo del lugar con detalles de hasta 4 centímetros, sino que determina el estado sanitario del pastizal o ver la actividad fotosintética para calcular la situación de estrés en la que está la planta.
En una extensa entrevista con El Semiárido, el profesional, titular de Consultoría Agronómica, relató su rica trayectoria vinculada con la actividad agropecuaria y la experiencia que enriqueció con trabajos en importantes y desafiantes establecimientos de la provincia.
Sus padres eran originarios de Mendoza, donde siempre trabajaron en fincas. Pero un día conocieron a un ganadero de San Luis, que los contrató para administrar la Estancia El Salto, poco antes de cruzar el Río Rosario, en La Toma.
«Me trajeron a San Luis cuando tenía 5 años. Y en ese campo empecé a trabajar a los 11. Eran todas vacas de cría. Hice la primaria en La Toma, aunque no quería estudiar, si no trabajar en el campo. Cuando terminé la secundaria, el ingeniero agrónomo del CREA Carlos Peñafort me estimuló para seguir la universidad y como nunca tuve problemas para estudiar, fui a una jornada abierta de Ingeniería Agronómica de la Universidad Nacional de San Luis y allí me enganché con la carrera», relató el profesional.
Pero antes de alcanzar el título universitario, se fue a trabajar siete años al establecimiento Los Venados, pegado al Centenario, al sur de Fraga: «Ahí aprendí todo lo que era digitaria y llorones. En ese transcurso me recibí y empecé con asesoramiento en la parte de rolados».
Trabajó de encargado ganadero en ese campo de 12 mil hectáreas, donde hizo renovaciones de digitarias con girasoles y algo de agricultura básica.


«Siempre fui muy inquieto. Me entero que en La Maleva, cerca de Beazley, buscaban un encargado. En 2010 los contacté y me tomaron como asesor para desarrollar su ganadería en el bosque; es un campo virgen que arrancó con 4.500 hectáreas y hoy tienen algo de 7.000, de las cuales 1.000 hacen agricultura y el resto buffel, digitarias y algo de panicum implantados con rolado que diseñó Becerra.
Tras dejar Los Venados, se instaló en Villa Mercedes desde donde empezó a realizar algunos asesoramientos ganaderos mientras comenzó como profesor adjunto de Producción Animal en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Agropecuarias (FICA-UNSL).
«Me gusta la investigación y la docencia, pero me fui hacia la parte privada que era el momento; realicé en 2010 mi primer proyecto de gestión en La Maleva y con eso arranqué con el asesoramiento que me trajo muchos contactos y comencé a recorrer a provincia», recordó.
Mientras, siguió sumando herramientas para este emprendimiento que mostraba un enorme potencial de crecimiento. Hizo una especialización en sistemas pastoriles en la Universidad de Buenos Aires (UBA)
«Siempre el fuerte mío fue la parte ganadera. Con Jorge Garay, investigador del INTA, trabajamos en agricultura, con Francisco López Rosa, que es ingeniero asesor de Cambio Rural, diseñamos proyectos de desarrollo ganadero; con Edgar Torres especialista en en área forestal y SIG trabajamos topografía y con la participación de Romina Páez que es técnica Química, Lucia Monasterio y mi esposa que también es ingeniera Agrónoma llevamos adelante las gestiones y área ambiental que trabaja nuestra empresa», detalló.
Pero Becerra también tiene otras habilidades: «Soy coach ontológico y me gusta armar equipo de trabajo. No es fácil. Con el Jorge hago la parte de agricultura, tengo un chico de Villa Mercedes que es ingeniero agrónomo, asesor de cambio rural que está con el grupo GAMO y hacemos los proyectos de desarrollo, mientras integré a otro joven en San Luis que es ingeniero forestal y sabe mucho sobre la confección de mapas; el equipo se completa con una estudiante en Villa Mercedes a punto de recibirse de ingeniera Agrónoma, con quien redactamos juntos los proyectos de gestión».
Y ahora incorporaron a la empresa el servicio con drones para lo cual está armando otro equipo.
La experiencia de Becerra le permite tener una visión cercana de cómo está productivamente la provincia: «San Luis es muy amplio en cuanto a las oportunidades que hay desde la mirada nuestra, de la parte privada; nuestra mirada es productivista, pero de una manera sustentable».
Hay un montón de oportunidades, insistió, pero advirtió que la provincia se han perdido proyectos que «hemos visto pasar, pero por desconocimiento, principalmente de los funcionarios; nos ha pasado que han venido para poder hacer 1.500 hectáreas de pino en lugar de abrirle la puerta y acompañarlos, se pasaron los meses analizando la propuesta».
Para Becerra, si viene alguien a invertir es porque la provincia es apta para hacer eso. Y la verdad es que esas empresas no vienen, como la gran cantidad que hay listas para invertir en riego, ejemplificó
«Nos llegan empresas que vienen y te dicen quiero hacer tal emprendimiento, que es faraónico, ponen mucha plata, y cuando les decís que para eso vamos a tener que esperar un año para tener una autorización, se te frena todo», lamentó.
Según consideró a la provincia le está faltando desde hace tiempo un proyecto de desarrollo: «No tenés nada a largo plazo acá; todo es corto plazo y ese es el problema. Te pasa con la gestión del gobierno, porque arrancás con un proyecto y cuando tenés todo, cambian las autoridades y te cambió el proyecto».


Le pasó con la Comunidad Menonita, instalada en varios miles de hectáreas al sur de Nueva Galia. Becerra es actualmente el asesor ambiental del pujante desarrollo agropecuario, que sigue el proyecto elaborado por el profesional en 2014 y posteriormente aprobado por el gobierno.
Pero los cambios de gestión posteriores en el área de Ambiente complicaron las cosas. Les ordenaron que había que ajustar la categoría de bosque, cuando del proyecto original aprobado estaba destinado a cien familias que habían comprado sus parcelas de acuerdo al potencial que ofrecía ese sector.
En sus distribución de tierra, las familias propietarias pagaron según el potencial de su tierra: «No te pagan lo mismo una parte roja que no se puede desmontar que por una amarilla que la puede rolar. Tuvimos que agregar 500 hectáreas de rojo; se armó lo que quería del proyecto original, pero el resto debió modificar su plan de acción».
Le pasó lo mismo con otro campo de 8.500 hectáreas más al sur, que no tenía el 100% categorizado como bosque, pero partes que debían ser verdes le pusieron amarillo, con lo que «le cortaron las piernas» a 160 familias de una segunda comunidad menonita que iban a vivir en ese lugar, ayudar al desarrollo de Dupuy y mover fuerte la economía de la zona.
«Esas cosas no se entienden, porque hay mucha gente para comprar y alquilar campos, pero estas limitantes terminan siendo restricciones, como también la falta de infraestructura. Desde que arranqué hasta ahora la concientización de la gente ha evolucionado mucho en cuanto a sustentabilidad y conservar el ambiente», valoró.
Por otra parte, indicó que otro aspecto que cambió en la provincia el el aumento de consultas a profesionales, aunque aclaró eso predomina en la parte agrícola, pero no tanto en la ganadera, donde hay dos realidades que contrastan: «Tenés el productor que se crió en el campo y que ve solo la unidad productiva propia y encerrado en ella, mientras que el empresario es más largoplacista, mira mucho más lejos y que por ahí el negocio no está en la parte productiva si no en la inmobiliaria y eso nos cambia el concepto de la visión técnica del desarrollo, con una baja carga animal y para él el techo es ese. «Hacer un cambio es difícil, que en este caso es es más cultural», opinó.
La nueva incorporación que sumó a la paleta de servicios que ofrece Becerra son los drones equipados especialmente con cámaras multiespectrales que trabajan en diferentes bandas y que no solo realizan un mapeo tanto para agricultura como para estratos nativos con detalles de hasta 4 centímetros, sino que determina el estado sanitario del pastizal o ver la actividad fotosintética para calcular la situación de estrés en la que está la planta.
Uno de los drones, por ejemplo, con una batería adecuada, en 20 minutos releva 100 hectáreas con miles de fotos que luego arman un mosaico que permite hacer prescripciones para fumigar o hacer siembra aérea sobre los claros.