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Productor de Nogolí fabricó su propio motocultor y ahora arma para la venta

Cuando no hay capital para adquirir herramientas para el trabajo con la tierra, se abren dos caminos: o se las alquila, o se utilizan métodos milenarios, de tracción a sangre, para avanzar en los cultivos. Sobre todo cuando se trata de la producción de verduras y hortalizas en pequeñas escalas.

No obstante, en una visita que autoridades de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena de la Nación (SAFCI) realizaron a varios productores de Nogolí, se encontraron con que en uno de los predios habían dado un paso sustancial para aliviar el peso del trabajo manual con la tierra: fabricaron su propio motocultor.

Rodolfo Rueda, de él se trata, es un apasionado del trabajo con la tierra. Se nota en la forma como comenta cada paso que va dando en el avance de su producción y con el entusiasmo como se expresa.

En una extensa charla que mantuvimos con él (ver https://www.elsemiarido.com/nogoli-como-un-productor-construye-desde-lo-social-y-productivo-y-concreta-suenos/), comentó sobre la forma de producción, las variedades y las herramientas de las que disponía. La prolijidad de su cultivo despierta la curiosidad del observador e invita a preguntar cómo lo hace.

En su explicación, Rodolfo hizo historia: Comenta que junto a su padre comenzaron con dos mulas y una carpinadora. Con eso realizaba la aporcada de la tierra y la fertilización.

Como el trabajo era pesado y la creatividad e ingenio abundaba, empezaron a juntar retazos de hierros, motor, cables, etc. Y dio como resultado un motocultor, que ahora lo utilizan para las tareas de aporcado, fertilización y hacer los surcos para el sembrado de las especies.

Pero no sólo se detuvo en eso, sino que cuando lo vieron trabajar le solicitaron que fabricara otro. Fue así como comenzaron a desarrollar esa herramienta y ya llevan dos vendidos y varios encargues más, todo dentro de la agricultura familiar. Mecánica sencilla y precio accesible.

La vida de Rodolfo se resume en producir, aprender, mejorar, crear y vender. Cinco palabras que, a modo de síntesis, explican la belleza de esa porción de tierra a la que le hicieron crecer todas las clases de semillas que hasta ahora le han sembrado.  La necesidad fue el motor que impulsó la creatividad. Hoy, además de la horticultura, el armado de herramientas también puede constituirse en una fuente de ingreso para sus vidas.