Inicio Agricultura Plaguicidas: “Es necesario medir el impacto social y ambiental que provocan”

Plaguicidas: “Es necesario medir el impacto social y ambiental que provocan”

El docente e investigador de Río Cuarto Guillermo March, especialista en el problema de los agroquímicos y plagas de la agricultura, alertó que “al aplicar de manera frecuente un plaguicida se puede producir un efecto gradual y acumulativo en el organismo humano y el ambiente, cuyos resultados pueden ser enfermedades y degradación ambiental a mediano y largo plazo”.

Guillermo March, ingeniero agrónomo, docente e investigador de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Nacional de Río Cuarto, señaló a Argentina Investiga que “formamos parte de un sistema toxicológico donde el peligro es proporcional a las exposiciones que tenemos a las pulverizaciones”.

“Tenemos que pensar que las aplicaciones de plaguicidas van a pasar al medio ambiente; todo va al ambiente y no sólo a la plaga por lo tanto, contamina. El input plaguicida debe tener en cuenta los costos sociales y ambientales; esta consideración hace a un sistema sustentable, un sistema sin excesos de aplicaciones para no contaminar” agregó el investigador.

March explicó detalles de lo que se conoce como Coeficiente de Impacto Ambiental de los Plaguicidas (CIAP). Indicó que la clasificación según los riesgos se mide de acuerdo con el criterio de bandas de colores establecido: Rojo, Clase I a -Producto sumamente peligroso (muy tóxico); Rojo, Clase I b -Producto muy peligroso (tóxico); Amarillo, Clase II -Producto moderadamente peligroso (nocivo); Azul, Clase III -Producto poco peligroso; Verde, Clase IV -Producto que no ofrece peligro.

Agregó que, a la hora de medir los riesgos de impacto ambiental y social, existen indicadores que permiten evaluar la peligrosidad de los plaguicidas. En los indicadores de riesgo suele considerarse el criterio del impacto de los plaguicidas sobre los ecosistemas acuáticos, del suelo, del aire, los humanos, de movilidad del agua y de la persistencia.

March sostuvo que algunas veces “fumigamos con materiales orgánicos sin saber que al cuantificar los riesgos pueden ser más contaminantes que los sintéticos. Esto se ve en los laboratorios y el uso a campo, y reiteró que incide la variable del número de veces que el productor pulveriza; de ahí la sustancial importancia del profesional, el ingeniero agrónomo, que asesora a ese productor. Los productos con bandas verdes y azules son amigables con el medio ambiente pero debemos tener cuidado con el número de aplicaciones”, enfatizó.

Coeficiente de impacto ambiental

March destacó que se puede cuantificar el impacto ambiental de los plaguicidas y complementar de esta manera su clasificación toxicológica por medio del coeficiente de impacto ambiental-CIAP. Este coeficiente tiene en cuenta, primordialmente, el impacto de una aplicación (plaguicida-insecticida-fungicida) sobre el trabajador rural, el consumidor y el ambiente.

“Mediante este coeficiente -explicó el investigador- podemos cuantificar los niveles toxicológicos por nuestra intervención sobre el ambiente”. El profesional destacó que se pueden mejorar los valores, la baja del impacto ambiental, trabajando junto con los productores en un proceso de concientización, midiendo cuál tecnología es buena para adoptar pero con un trabajo de concientización del productor. “Los cambios son lentos pero deben ser para siempre”, enfatizó March y agregó que el CIAP “muchas veces permite lograr mejores rendimientos con menos contaminación”.

Cuantificar el riesgo

March insistió en la necesidad de cuantificar el riesgo producido por el uso de plaguicidas midiendo, sobre todo, su impacto social y ambiental con el propósito de evitar excesos y reducir su utilización para tener una producción sustentable y amigable con el ambiente. Según el especialista, los agroquímicos son utilizados masivamente por los productores porque resultan convenientes por su efectividad y su costo accesible, aunque en muchos casos se utilizan en forma exagerada y, por lo tanto, contaminante.

Remarcó que un plaguicida clase IV usado frecuentemente puede significar más riesgo para la salud y el ambiente que uno de clase I usado una sola vez. La mayoría de los plaguicidas agrícolas vendidos en Argentina pertenecen a los grupos III y IV, o sea, los menos peligrosos en cuanto a intoxicaciones agudas.

Los riesgos del uso de plaguicidas comprenden efectos negativos a mediano y largo plazo. «Como estos efectos sobre la salud y el ambiente no son inmediatos -son intangibles en el momento de los tratamientos- no dimensionamos el alcance del riesgo de usar los plaguicidas”.

El ingeniero agrónomo Guillermo March es docente e investigador de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, en el departamento de Biología Agrícola. También es investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), y lleva una rica y extensa trayectoria profesional, en la que dedicó casi 30 años al estudio del cultivo de maní. Formó parte de distintos proyectos de investigación sobre el manejo de enfermedades en el cultivo de maní que se desarrollaron en varias localidades de la región, y también fue disertante en numerosos congresos y jornadas vinculados a la problemática de los agroquímicos y plaguicidas.