Inicio San Luis Historias de vida: recuerdos campestres desde el relato de dos hermanas

Historias de vida: recuerdos campestres desde el relato de dos hermanas

“Recuerdo cuando iba al colegio secundario. Me instalaba en Quines en la casa de un familiar toda la semana porque yo vivía en el campo. El viernes no veía la hora de volver a casa. Terminaba  la clase de gimnasia, llegaba de mi tía, me cambiaba, cargaba la mochila y me volvía a campo travieso, un poco caminando, un poco corriendo. Mi papá salía al cruce a buscarme y regresábamos los dos juntos”.

Este pequeño relato, transmitido con pasión hasta las lágrimas por Fany, forma parte de algunos de los tantos sacrificios que implica la vida en el campo. Cuando el dinero es ajustado pero el objetivo que se tiene es claro, los medios para concretarlo no actúan como límite. Lo importante es poder lograrlo.

El recuerdo de la escolaridad no se agota en esa narración. Relata que cuando iba a la escuela primaria su papá trabajaba de puestero en un campo. Desde allí iban a la escuela rural. Cuando se trasladaron al espacio donde viven hoy, la distancia hacia esa escuela era mucho más larga. Entre dos y dos horas y media caminando.

En ese tramo se repetía una situación que permanece en la retina de Fany. «Cuando volvíamos de la escuela a lo lejos veíamos un árbol chiquito. Sabíamos que hasta allí debíamos caminar. A medida que nos acercábamos se hacía más grande. Allí teníamos que doblar y el trecho que quedaba hasta casa era más corto».

En cambio, a su hermana Cleofé le resuenan otro tipo de recuerdos. Por ejemplo, las fiestas de Navidad y año Nuevo, cuando se reunían con la familia de la tía, hermana de su madre. O las novenas de la virgen de la Libranza.

En Santa Bernardita -paraje cerca de Quines- están instalados desde hace más de cuarenta años. El espacio de poco más de cincuenta hectáreas les permite vivir de una economía de subsistencia, con un pequeño excedente por la cría de cabritos, patos, gallinas, gallinetas, cerdos y algunas vacas que comercializan.

En la casa de campo en la actualidad viven tres personas. Ubaldina, la mamá de Fany y Cleofé, con 86 años a cuesta; Cleofé y Carlos. Ignacio, papá de Fany y Cleofé, esposo de Ubaldina, partió hacia otra vida hace tres años. en la actualidad Fany vive en el pueblo con su pareja.

La vida en el campo según el tiempo del año requiere acciones repetitivas y no admite pausas ni descanso. Cleofé inicia su jornada a las seis de la mañana. La primera actividad es hacer el fuego, que iluminará y se utilizará por el resto del día. en la ronda da de comer a los patos, pavos, gallinas, conejos y hasta los loros que tiene en la casa.

Después de hacer la limpieza y atender a su mamá Ubaldina sale para el corral de los cabritos, donde les da de comer y hace mamar a los chiquitos en la época de parición. A Carlos le toca dar de comer a los cerdos y los trabajos que requieren mayor esfuerzo físico.

Al regresar del corral de cabras inicia la tarea de cocinar, almorzar, limpiar. Por la tarde se repiten algunos trabajos y todos los días aparecen nuevos.

Cleofé ha pasado toda su vida en el campo. Primero en los puestos donde su padre trabajaba, hasta que llegaron a este paraje en la zona sur oeste de Quines. Como vecinos tienen familiares con los que se relacionan periódicamente.

Un dato curioso. En el lugar hay una capilla donde se venera a la virgen de la Libranza y a Santa Bernardita. La primera se recuerda el 20 de julio (en concordancia con el día del amigo) con novena previa y procesión. Para esta ocasión se reúnen muchos vecinos y devotos de la virgen. A Santa Bernardita, pastorcita de la virgen de Lourdes, se le reza, pero no se realiza la novena. Se la recuerda el  16 de abril. Su historia es muy interesante.

La presencia de una capilla le da un significado particular al campo. se transforma en un lugar de encuentro, donde se realizan reuniones de familiares, pobladores y se juntan para realizar trabajos y capacitaciones que les acercan los técnicos de la Agricultura Familiar de la Nación.

«El trabajo  a veces se hace pesado. Antes me ayudaba mamá, pero ahora ya no puede hacerlo así que me toca sola. Hay que seguir trabajando para vivir», comenta Cleofé sentada frente a su madre Ubaldina, quien le aportó los datos históricos mientras se desarrollaba la charla.

Por las costumbres y la pauta cultural que se amasa en el campo, a las historias, por lo general, las cuentan los hombres. En este caso las protagonistas fueron tres mujeres: Cleofé, Fany y Ubaldina. Unidas por lazos de familia que se plantan como algo único e irrepetible. Compartieron alegrías, esfuerzos, trabajos, momentos de encuentro, fiestas, enfermedades  y dolores. Papá Ignacio ya partió. Son ellas las que hoy pueden armar el rompecabezas de su núcleo familiar y la vida compartida. Historias de vida…

Fotos: El Semiárido.