Inicio Agricultura familiar Historias de vida: Cerca de la ciudad pero lejos de todo servicio

Historias de vida: Cerca de la ciudad pero lejos de todo servicio

El empeño puesto en la crianza de cerdos y la confección de chacinados por parte de la familia Dolcemáscolo en la zona de El Morro encuentra múltiples escollos por la falta de servicios básicos elementales para el desarrollo de la vida y de cualquier actividad productiva. Esta situación lleva a una consecuencia previsible, expresada en esta frase sintética de Liliana: “Estamos como olvidados en el campo y esta situación hace que los chicos se vayan”. O esta: “se hace muy difícil cualquier proyecto que emprendemos porque faltan los servicios básicos”.  Tomamos el testimonio de una familia. Pero es la realidad de muchas, en un campo que se está despoblando.

 

Hay una escena que se repite en los campos de la provincia. No por repetitiva hay que dejar de abordarla. El tema central es la falta de servicios para los productores que viven en el área rural y los problemas de comunicación de todo tipo.

Hoy hablamos del área que se ubica en la franja este del cerro El Morro, una belleza para la vista por el tipo de paisaje que. Pero cuando salimos de la ruta pavimentada que une La Toma con La Punilla comienzan los problemas.

Caminos de tierra que no están mantenidos, campos sin energía eléctrica, sin señal de teléfono, sin posibilidades de conectividad, elementos que en la actualidad constituyen la base de la vida de las personas.

La familia de Mauro Dolcemáscolo vive en el lugar desde hace mucho tiempo. Junto a su esposa Liliana y su hijo Santiago tienen como principal eje de producción la crianza de cerdos y la confección de chacinados. También tienen aves y este año agregaron ovejas.

El establecimiento es un ejemplo de prolijidad en cada una de las instalaciones. Lo cual indica que hay muchas horas de trabajo diarias dedicadas a él. No obstante, el obstáculo, el pie que tienen encima, es la falta de servicios de todo tipo. Resulta claro que las políticas de Estado acá no llegan.

En un ejemplo que el campo está despoblado, los entrevistados dicen que en la zona este del cerro El Morro viven sólo dos familias que están afincadas en sus campos, además de puesteros en otros establecimientos, pero muy pocos. No hay niños en la zona, lo cual es un indicador sobre las características del tipo de población.

Comenta la señora de Mauro, Liliana,  que en el paraje La Esquina, donde se agrupan algunas viviendas, hay muy pocas familias con niños. “La realidad que se vive acá en el campo es que a los niños no los puedes integrar porque no contamos con servicios básicos que en esta época son elementales, como es la luz eléctrica e internet, que es lo que te conecta con el mundo” explicó.

“Por ejemplo, nosotros para salir a la ruta debemos recorrer casi 10 kilómetros por caminos de tierra, cuando la mayor parte del tiempo están destruidos. Por lo tanto se hace muy difícil cualquier proyecto que emprendemos porque faltan los servicios básicos”, ilustra con su explicación.

Como consecuencia de esta situación, entre otras, los jóvenes emigran hacia otros lugares donde cuentan con servicios elementales para el desarrollo de la vida. Esta familia tuvo a su hijo mayor hasta hace seis meses, pero después se afincó en la ciudad capital de la provincia.

“Estamos como olvidados en el campo y esta situación hace que los chicos se vayan”, ratificó Liliana.

Respecto de la educación, comentaron que en La Esquina hay una escuela primaria. No obstante, en la experiencia vivida por ellos enviaron a sus chicos a la escuela de La Punilla que está a 32 kilómetros. Repetir ese recorrido todos los días implica un desgaste en tiempo y en costos que hace mella en la voluntad de cualquiera.

En un tiempo dispusieron de un transporte que pasaban a buscar a los niños por un lugar de la ruta. Esto les ahorraba kilómetros. “Recorríamos 14 kilómetros hasta la antena (su mojón), ahí los chicos subían al transporte. Al terminar las clases los traían, debíamos ir a buscarlos y traerlos nuevamente a casa”.

Como no cuentan con energía eléctrica tienen el auxilio de paneles solares que le proporcionan la energía necesaria para iluminarse y para que funcione la heladera. Tienen un grupo electrógeno pero de uso limitado por el costo del combustible. “sólo una hora y media a la noche para cargar teléfono y realizar alguna actividad especial”.

La familia Dolcemáscolo es un ejemplo de perseverancia en cuanto a generar su producción para vivir. En un tiempo criaban y vendían sólo lechones; después empezaron a hacer capones para dar un valor agregado a la producción y poder tener mejor ingreso. Así fue como se iniciaron con los chacinados para salir con los productos a la venta. “Hacemos toda la cadena alimenticia hasta llegar a la góndola”, comenta con orgullo Liliana.

La producción la venden dentro de la provincia de San Luis y en Achiras, localidad que está cercana a La Punilla en la provincia de Córdoba.

Los animales son faenados en el matadero de La Punilla y los chacinados los confeccionan en un campo cercano, donde tienen la sala habilitada para tal fin y disponen de cámara para guardar los productos. Recordar que en el campo de ellos no cuentan con energía eléctrica.

Estas acciones que se comentan en un párrafo de texto, en la realidad implica que Mauro deba hacer cinco viajes, para llevar los animales a faena, retirarlos, traerlos al campo, llevarlos a otro campo para la confección de chacinados y otro viaje más para vender el producto.

De nuevo, la falta de algo tan esencial como la energía eléctrica no les permite que puedan confeccionar los chacinados en su propio predio. Desde ese lugar es que tampoco se consigue gente que acepte instalarse a trabajar. Tampoco hay señal para los teléfonos celulares. Deben buscar el lugar indicado para encontrarla.

Y como si todo eso fuera poco, la zona se ha poblado de jaurías de perros salvajes y de chanchos jabalíes que provocan destrozos en las instalaciones y matan animales. Por supuesto, tampoco faltan los pumas que atacan a la majada…

Ley Ovina

En el año 2018 resultaron beneficiados con un crédito por Ley Ovina. Con el dinero pudieron incorporar en enero pasado 46 ovejas y, aparte del crédito, adquirieron un carnero de la raza Pampinta (la que tiene origen en INTA), para mejorar la raza. Mauro se mostró conforme con la calidad de las ovejas adquiridas y con el desarrollo que están teniendo.

Ahora deberá pasar el invierno y esperar la primavera para registrar el primer celo de las ovejas y observar cuál es el resultado que lograrán.

Uno de los objetivos de Mauro con el plantel de ovejas es tener dos pariciones al año para que el negocio pueda ser más rentable. Tanto él como Liliana y su hijo Santiago son conscientes que necesitan capacitación para dar pasos superadores en la cría de los lanares.

En ese momento había técnicos de la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación que les acercaron algunas ideas para el incremento de la producción. Desde este organismo reciben asistencia técnica a las diferentes necesidades que tienen en su campo.

Como se puede observar a través de este pequeño relato, desarrollar y permanecer en el campo se transforma en una aventura. Sobre todo si, como en este caso, la principal producción se debe realizar fuera del perímetro porque no se dispone de un servicio básico como es la energía. Pequeñas historias de vida que retratan lo difícil que son y lo invisibilizadas que están algunas actividades que constituyen el soporte de nuestra alimentación. Cada una de ellas viven detrás de productos que consumimos sin tener mínima idea del esfuerzo que demanda su confección.

 

Producción: El Semiárido