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Australia, un aviso para el planeta

En las últimas semanas, imágenes de los catastróficos incendios en Australia conmovieron al mundo. Además de los millones de hectáreas consumidas por el fuego y los casi treinta muertos a causa de los incendios, se viralizaron las imágenes de animales huyendo, siendo rescatados, quemándose. Se estima que mil millones de animales de innumerables especies murieron en los incendios.

Pero el de Australia fue solamente el último del año 2019, ya que distintas zonas del planeta fueron pasándose el testimonio en una suerte de carrera de incendios, que duraron más de lo habitual y se dieron en fechas cada vez más tempranas.

Y es que si bien los incendios forestales forman parte del ciclo natural de numerosos ecosistemas, su creciente frecuencia y mayores dimensiones los convierten en un peligro para la salud de las personas y el medio ambiente, de acuerdo con un interesante texto publicado por el sitio web euronews.

En 2019, solamente en el territorio de la Unión Europea (UE) y hasta mediados de agosto se registraron más de 1600 incendios forestales, más que triplicando el promedio de la última década. España y Francia fueron dos de los países que sufrieron una cantidad de fuegos muy superior a lo habitual.

En junio, el Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copérnico (CAMS, por sus siglas en inglés), que hace un seguimiento de las emisiones producidas por incendios en todo el mundo, registró focos intensos en Siberia y el Ártico que afectaron a un área equivalente a 100.000 canchas de fútbol. «En concreto, la Republica de Sajá, en Rusia, no había experimentado fuegos tan generalizados en los últimos 17 años», afirma el Dr. Mark Parrington, científico del CAMS. Aunque estos se dieron dentro de la temporada de incendios habitual, duraron más y tuvieron un mayor alcance que nunca.

Mientras, acá nomás, en la Amazonia, unos 70.000 focos de incendio pusieron en jaque a varios estados brasileños. En Indonesia, la actividad de los incendios en septiembre último fue comparable a lo vivido en 2015, cuando el fuego produjo un total de 884 millones de toneladas de carbono que se liberaron a la atmósfera.

Según la NASA, tanto el número de incendios como el área quemada han aumentado considerablemente en la parte oeste de los Estados Unidos desde la década de 1950. Por otra parte, los megaincendios, que son aquellos que queman más de 40.000 hectáreas, se pueden encontrar en los registros estadounidenses tan solo desde los años 70.

Condiciones

Para que exista un incendio forestal se necesita una combinación de tiempo seco, algo que quemar (el combustible) y una chispa que haga nacer las llamas. Según los investigadores, el tiempo es el mayor eje impulsor de los incendios forestales y también el más variable, ya que las temperaturas, la humedad, la lluvia y la intensidad del viento afectan a la velocidad y fuerza de propagación de los incendios. Los peores fuegos se dan bajo condiciones cálidas, secas y con fuerte viento.

Los incendios de principios de 2019 en Australia se solaparon con el mes de enero más caluroso de su historia, y uno de los más secos si lo comparamos con los de los años 1981-2010. Los expertos que analizaban 35 años de datos climáticos se dieron cuenta de que la temporada de incendios es cada vez más larga en una cuarta parte de la superficie mundial con vegetación, y en algunas zonas de América del Sur y de la parte este de África estas temporadas se han alargado más de un mes si las comparamos con las de hace casi cuatro décadas. Los expertos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS, por sus siglas en inglés) también han advertido sobre el crecimiento del «nuevo contexto de incendios forestales», en el que los fuegos cambian impredeciblemente, arden con más intensidad, crecen más rápido y esparcen el material quemado a grandes distancias, devastando áreas enormes en diferentes regiones y países.

Y, aunque los fuegos forman parte del ciclo de la naturaleza, es posible que los ecosistemas y las comunidades no se hayan adaptado a estos cambios. Por ejemplo, los incendios en la parte nordeste de Nueva Gales del Sur se dan en bosques húmedos que no habían experimentado esto antes, según comenta Parrington.

Monitorear cuándo y dónde existe peligro de incendios puede salvar vidas y frenar los costos económicos y medioambientales. El CAMS ofrece información sobre el número de fuegos a escala mundial, mientras que el Índice Meteorológico de Riesgo de Incendio Forestal (FWI, por sus siglas en inglés) ayuda a ofrecer predicciones basadas en variables climáticas. El EFFIS, que es parte del Servicio de Gestión de Emergencias de Copérnico (CEMS, por sus siglas en inglés), usa este índice para hacer predicciones a corto plazo sobre el peligro de incendio, mientras que el Servicio de Cambio Climático de Copérnico (C3S, por sus siglas en inglés) usa el índice para hacer proyecciones estacionales y más a largo plazo, que evalúan la intensidad del fuego incluyendo factores como la velocidad de expansión y cuánto combustible consume el incendio.

«Hay un alto grado de variabilidad interanual en la actividad del fuego por todo el mundo», dice el Dr. Parrington. «Resulta complicado determinar cómo están cambiando las características de los incendios forestales. Estamos haciendo modificaciones en el Sistema Mundial de Asimilación de Datos sobre Incendios (GFAS, por sus siglas en inglés), que incorpora observaciones de la potencia radiativa del fuego realizadas por sensores instalados en satélites con el objetivo de producir estimaciones diarias de emisiones producidas por la quema de biomasa. Estas modificaciones reflejarán con más precisión las condiciones cambiantes de los incendios a través de, por ejemplo, la mejora de los mapas de vegetación terrestre y de los factores de emisiones usados para las estimaciones».

Ya sea a través de humo, hollín o ceniza, los incendios forestales dejan escapar monóxido de carbono (CO), dióxido de carbono (CO2), metano, óxidos de nitrógeno, carbono negro y aerosoles, que afectan a la calidad del aire en las capas superiores e inferiores de la atmósfera. Según Copérnico, la combinación de contaminantes emitidos hace que los incendios forestales tengan «una responsabilidad mucho mayor en la polución del aire que las emisiones industriales».

Impacto en la salud

La exposición al humo, y especialmente la exposición a corto plazo a materiales particulados, crea una amplia gama de problemas respiratorios y cardiacos que pueden continuar mucho después de que los fuegos se hayan apagado; según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), cientos de miles de muertes se asocian anualmente con el humo. Durante todo este año, las partículas en suspensión procedentes de los incendios (PM2,5) han hecho aumentar en gran medida la polución en España, Francia, el Himalaya y otras muchas regiones, según la información sobre aerosoles del CAMS.

En Australia, un gran número de regiones declaró el estado de emergencia cuando la materia particulada alcanzó niveles peligrosos, que llegó a estar 12 veces por encima del límite de peligro en partes de Sídney. La contaminación por PM2,5 proveniente de incendios causa entre 10.000 y 30.000 muertes prematuras al año en EE. UU., según un reciente estudio.

Los investigadores pronostican que es muy posible que este número se duplique para finales de siglo en relación con los niveles de principios de la década del 2000.

Fuente: BAE