Inicio Agroindustria Análisis de costos y precios: la leche aumentó 480% en cinco años

Análisis de costos y precios: la leche aumentó 480% en cinco años

Informe. Costos dolarizados, “intermediación parasitaria”, fuerte carga impositiva y las reglas que imponen las grandes empresas a lo largo de la cadena de valor empujan el precio y amenazan a productores— 20.000 tambos desaparecieron desde 1988—y consumidores, en los niveles más bajos en 30 años. “Las vacas comen en dólares y la leche se vende en pesos. Ahí arranca la distorsión”, denuncian campo adentro.

“¿Qué querés que te diga? Es increíble lo que han subido los costos. Todo lo que una necesita para la producción ha aumentado el 100 por ciento. Pero yo ni loca he trasladado eso al precio de la leche. Apenas aumenté un 50 por ciento, porque si no, la gente no te compra. Hoy, por ejemplo, estoy vendiendo el litro a 70 pesos y el kilo de queso a 700. Recontra barato. Aunque sea para recuperar algo y que el campo no se me caiga a pedazos.”

Ana Barcena habla pausado y, a sus 74 años, jura que ya pasó “por muchas así”. Desde su finca ubicada en la pequeña localidad de Volcán, al sur de la Quebrada de Humahuaca, intenta explicar en pocas palabras lo que vive gran parte del sector lechero en todo el país.

Los costos dolarizados, la “intermediación parasitaria”, la fuerte carga impositiva y las reglas que imponen los grandes jugadores a lo largo de toda la cadena de valor jaquean desde hace tiempo a miles de tambos y cientos de industrias, y empujan cada vez más hacia arriba los precios de un producto esencial de la mesa de los argentinos.

A pesar de que el consumo de lácteos se encuentra estancado en uno de los niveles más bajos de los últimos 30 años (en torno a los 185 litros per cápita), el precio de la leche en sachet aumentó un 67,6 por ciento en los últimos 12 meses y acumula un salto del 483 por ciento desde junio de 2016, según datos el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec).

Si la foto se toma desde otro ángulo, en 13 años el precio en las góndolas se incrementó un 2655 por ciento, una cifra que está levemente por encima de lo que escaló la canasta básica de alimentos, según un relevamiento de la consultora Focus Market.

Belen Grosso

Costos en dólares, ingresos en pesos

—¿Sabés cuál es el problema? Te lo voy a resumir de esta manera: las vacas comen en dólares y la leche nosotros la vendemos en pesos. Ahí arranca la distorsión.

Erika Solís es productora tambera, integra la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) de San Vicente y sintetiza mejor que cualquier economista cuál es uno de los principales factores que incide en la formación de precios a lo largo de toda la cadena de valor.

Se estima que en el sector lechero entre un 70 y un 80 por ciento de los costos están dolarizados. Ante cada devaluación o shock de la economía se enciende una bomba de tiempo.

Este año, por ejemplo, “la suba en los precios internacionales de los granos, como la soja y el maíz, que son parte de la alimentación del rodeo, pegó fuerte en los costos”, afirma Jorge Giraudo, director ejecutivo del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA).

Una mirada rápida sobre el monitor de “precios de referencia” que este organismo publica permite dimensionar el impacto que esto tuvo en el sector primario. El expeller de soja trepó 99,1 por ciento desde junio de 2020, el maíz molido 152,9 por ciento, el balanceado 108 por ciento y la lista se engrosa con precios que llegan a un 97 por ciento de alza.

Lo mismo sucedió con los alquileres. “El 50 por ciento de la superficie destinada a la producción de leche es arrendada, y normalmente los alquileres se ajustan por el precio del quintal de soja. Entonces al subir tanto la soja, suben los alquileres”, precisa Giraudo.  El precio internacional de la soja en mayo quebró la barrera de los 600 dólares la tonelada en la Bolsa de Chicago y alcanzó su máxima cotización desde septiembre de 2012.

Solís sufrió el coletazo en carne propia. En un año pasó de pagar 50.000 a 100 mil pesos por el alquiler de su campo. El resto de los gastos pusieron su economía patas para arriba. “Este invierno, con la seca y el frío, la siembra de verdeo a muchos no nos vino. Entonces tuvimos que comprar rollos de pastura. Y el rollo el año pasado salía unos 2500 pesos y hoy lo están vendiendo a casi 4000 pesos. Para darte una idea, nosotros gastábamos 100 mil en rollos para mantener las vacas y este año se nos fue a 250 mil, y eso que los compramos en verano porque sabíamos que iba a aumentar”, apunta.

Relatos así entre los productores se multiplican. Que las maquinarias, que los repuestos, que los suplementos, que la inseminación, que el silaje. Las cuentas difícilmente cierran.  Sin embargo, los costos del tambo explican apenas el primer eslabón de un esquema que se activa una vez que la industria le paga al productor por leche, masa o crema para llevarla directamente a la fábrica y transformarla en queso, yogur, manteca u otros derivados.

Belen Grosso

Interferencias en la cadena y su impacto en el precio de la leche

Según datos de la Dirección Nacional de Lechería, dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, en agosto el productor recibió 32,51 pesos en promedio por el litro de leche cruda y 456,42 por el kilo de sólidos útiles, un incremento de entre el 74,31 y 71,89 por ciento, respectivamente, en relación al mismo período del año anterior.

A pesar de la fuerte mejora en el precio de la leche en tranquera, la situación sigue siendo crítica. “Históricamente con un litro de leche se podía comprar entre 2 y 2,2 kilos de maíz. Esa relación llegó a estar 1,3 y ahora está en 1,7 más o menos. O sea, empieza a haber un atisbo de rentabilidad en el sector, pero el pequeño productor sigue luchando por sobrevivir”, alerta José Quintana, analista y consultor del mercado lechero.

Con estos precios los tamberos pasaron a tener una participación del 36 por ciento en la cadena de valor, mientras que la industria alcanzó el 28 por ciento, el sector comercial un 19,6 por ciento y el Estado un 16,3 por ciento (solo considerando los impuestos a la venta, es decir IVA y derechos de exportación), según datos recolectados por el OCLA.

Giraudo hace una aclaración: «Cuando vos descomponés la cadena al revés y partís de un precio de la leche a 80 mangos el litro, el 40 por ciento son impuestos. O sea, cuando el consumidor levanta un sachet de la góndola o un kilo de queso, en el precio está comprendida la tasa por hectárea que paga el productor en su campo para que no le hagan el camino que le deberían hacer, o la tasa del comité de cuenca para que le limpien el canal que nunca le limpian y se inunda, hasta el Impuesto a las Ganancias, Bienes Personales y todo lo que chorrea en el medio, que son más de 70 impuestos”.

El problema, según su modo de ver, “no es que haya transmisión de precios en la cadena, sino que el problema es que hay un problema de interferencia en la cadena de valor”.

Ahí es donde, además de la presión fiscal del Estado, entran otros actores cuyos intereses y su economía no están orientados exclusivamente al sector: distribuidores, transportistas, comerciantes, que disputan parte de la renta y suman tensiones a la discusión nominal que luego impacta directa o indirectamente en el bolsillo de los consumidores.

Belen Grosso

Todo el peso sobre la espalda de los productores

En esa puja voraz, dominada por las leyes de oferta y demanda, los que más sufren son los pequeños productores. “Lo que les pasa a muchos tamberos es que dependen de intermediarios o de grandes industrias que fijan un precio de la leche y los revientan. Yo eso lo he visto en miles casos, lecheritos de Federación que sacaban 3000 litros y que se han fundido porque no les alcanzaba para nada lo que les pegaban”, recuerda Barcena.

Todavía hoy el traspaso de propiedad de leche cruda del tambo a la industria se realiza a la vieja usanza. “Entregamos a ciegas: entregamos la leche todos los días, sin saber qué precio nos van a pagar (es una compraventa oral, sin formalización de contrato)”, detalla Andrea Passerini, productora tambera e integrante de la Comisión de Lechería de Carbap.

Durante la última reunión de la Mesa de Lechería Provincial desde la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap) exigieron que se establezcan “reglas de juego comerciales” claras para el intercambio de la leche cruda o que haya un estándar definido y precios de referencia. “Debe haber un valor de pizarra”, insisten.

Solís describe lo que sucede al sur del Área Metropolitana de Buenos Aires: “A principios de año lo que es masa, que es lo que la mayoría en esta zona hacemos, estaba más o menos 240 pesos. Hoy, con suerte, nos pagan 280 porque hay mucha oferta de producto y se aprovechan. Saben que si no se las vendemos, van a buscar a otro lado y la consiguen. Entonces si vos te ponés a hacer cuentas lo que subió lo que nos pagan en estos meses son 40 pesos de diferencia, una miseria”.

Las causas estacionales, las incidencias climáticas, la realidad de cada cuenca lechera y las particularidades del circuito de cada producto también explican los precios. “Hoy, en lo que es masa no hay competencia de precio, y por la cuarentena (a raíz de la pandemia de Coronavirus), recién ahora empezaron a abrir bares, restaurantes y pizzerías que son los comercios que usan un poco más de masa”, precisa la tambera.

Precio de la leche

En la llamada Cuenca Abasto Sur, que nuclea a localidades como San Vicente, Brandsen, Lobos, Navarro y Chascomús se emplazan el 32 por ciento de los tambos familiares de pequeña escala de la provincia de Buenos Aires. Un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) precisó que alrededor del 60 por ciento de las familias tamberas de esa región son “maseras”, es decir producen masa para mozzarella.

Lucas Villar, director de Producción Rural y Actividades Agropecuarias del Municipio de San Vicente y secretario de Producción Regional Buenos Aires Sur de la UTT, explica que en esta zona “los productores tamberos hacen masa porque muchas veces no pueden vender leche: se les complica salir por el mal estado de los caminos rurales”.

“Por eso son maseros: ordeñan, cocinan la leche y hacen la masa. Separan el sólido del líquido y hacen como si fuera un queso blanco grande. Los ponen en cajones lácteos y queda un rectángulo de masa sólida. Esto lo ponen en frío y lo pueden conservar hasta que los caminos estén buenos. El líquido lo usan para alimentar a los cerdos y a los terneros. Y las fábricas van a los campos y compran la masa”, describe.

El kilo de masa hoy lo están pagando a un precio devaluado, casi 80 pesos abajo. “Tendría que estar 350 o 370 pesos el kilo, mínimo”, especula Solís. Y haciendo una cuenta rápida, Villar asegura que “al masero le pagan dos mangos y el intermediario gana más que el productor”.

Villar lo ilustra así: “Imaginá que el transportista o el intermediario se sube a una camioneta y va tambo por tambo para recoger el producto. Y el tambero se levanta a las cinco de la mañana, está dos horas ordeñando, después hace trabajo de campo, alambrado y recorrido, y a la tarde vuelve a hacer el tambo. Es muy desigual (el esquema)”, sostiene.

Solís asegura que la diferencia entre lo que puede sacar el productor, la tajada que obtiene la industria y lo que se queda la cadena de comercialización es notoria. “Nosotros vendemos la masa a 280 pesos a la fábrica y en la fábrica está casi a 400 o 500 pesos. Fijate cuánto está el kilo de muzzarella en cualquier lado”, desliza la tambera.

En la primera quincena de este mes, en Walmart el paquete de 500 gramos de muzzarella Milkaut costaba 615,5 pesos; en Día% el cilindro de un kilo de Doña Aurora llegaba a los 1077, en Disco la horma de kilo de La Paulina 779 pesos. “¿Entonces quiénes son los que ganan?”, se pregunta.

 

Fuente: Fotos Belén Grosso – Por Nicolás Sagaian – Agencia Tierra Viva.

Fragmento de un informe de la serie «Los precios de los alimentos», que cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.